Sin duda, la herencia musical ha sido uno de los mejores frutos de ese encuentro (bastante violento, por cierto) de culturas disímiles. La música que se puede escuchar en este disco va desde finales del siglo XVI a mediados del XVIII y, como casi toda la música vocal de ese período que se ha conservado, está relacionada de una u otra manera con la Iglesia.
Las primeras diez piezas son de Gaspar Fernandes, un compositor portugués que llegó a Guatemala en 1599, donde fue contratado como organista de la catedral. Luego, en 1606 pasó a México, donde fue organista y maestro de capilla de la catedral de Puebla. Entre 1609 y 1616 escribió numerosos villancicos (no tienen relación con la Navidad, era la forma más desarrollada de canción por entonces) que conformaron su Cancionero de más de 300 obras, que se conservó en Oaxaca. Son canciones de carácter popular y que, gracias a la sensibilidad de Fernandes absorbieron como una esponja las voces, el habla de la calle de esa época. Hoy, que la presencia negra es casi ignorada en México, tenemos estas canciones que nos demuestran lo importante que fue esta comunidad en los orígenes de la América española. También hay canciones en nahuátl (lengua nativa principalmente hablada donde hoy es México), y es inevitable que haya influencia aborigen y africana en la rítmica.
En la obra se nos presenta con claridad el origen de mucha de la música folclórica latinoamericana. Para muchos será sorprendente, más teniendo en cuenta que en los últimos años, la corriente llamada historicista de la música antigua se ha ocupado tanto de rescatar y restaurar la música que se hacía en Europa en los siglos XVI, XVII y XVIII, pero no ha brindado tanta difusión a lo que ocurría en estas costas en aquel tiempo, salvo casos aislados. Está muy bien que sea un experto coro sudamericano el que tome el trabajo de poner a disposición del público esta música, que fue traída al presente con investigación y cuidado artístico. Escuchando Andrés, ¿dó queda el ganado? o A este sol peregrino, no podemos dejar de maravillarnos, porque si bien siempre se habla del internacionalismo del barroco, ¡esa música no podría ser europea, es claramente americana! En anteriores registros, el GCC también indagaba en el repertorio colonial latinoamericano. En éste, que es un anticipo exclusivo del Club, lo profundiza. Aparte de la cuidada edición, hallamos una grabación preciosista (mérito de Ariel Gato, que capturó todos los instrumentos y las voces en vivo) que permite disfrutar del siempre detallista trabajo de su director, Néstor Andrenacci, y una coherencia en la elección del material, canciones realzadas en su carácter costumbrista, religioso y popular.
Un paseo por el pasado, que no parece tan remoto cuando vemos los frutos que ha dado, no sólo en los países en los que ejercieron estos compositores (México, Perú y Colombia) sino en todo nuestro extenso continente.
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