Este es un disco de duración amable, como los de antes (aunque es una tendencia que llegó para quedarse, al parecer, la vuelta a la duración LP). Muchos de los temas son canciones sin palabras. Del jazz, tiene la libertad de los músicos para seguir las pautas de los arreglos que elaboró el autor permitiéndose flotar; del rock argentino, la expresividad, que se denota en ciertos giros rítmicos y progresiones armónicas.
Patricio Carpossi es un músico de gran sensibilidad. Quizás los socios del Club del Disco hayan escuchado su tercer trabajo solista, Minimal. O recuerden que es el guitarrista de Luis Nacht en La incertidumbre. Músico fino, da la sensación cuando se lo ve tocar de que procesa internamente miles de posibilidades sonoras de las que entrega las más adecuadas, las más precisas.
Al igual que en su disco anterior, en este la base está conformada por Mauricio Dawid en bajo y Sergio Verdinelli en batería. Sigue también Ramiro Flores, y se suman los vientos de Sergio Wagner y Luis Nacht y Juan Canosa, con lo que por momentos el grupo es un octeto muy poderoso. El octavo integrante es nada menos que Hernán Jacinto, que le aporta su distintivo toque al grupo desde las teclas.
El primer tema, Titi, es una máquina perfecta. Con una mínima melodía (muy pegadiza) nos lleva hacia adelante, en un clima de contenida euforia, si fuera posible. El solo de Jacinto es tremendo, abrumador por su belleza, al igual que el de Wagner. Luego vienen dos temas de clima más onírico, y Deja vu (track 4), con la inclusión del bandoneón de Martín Sued, es como una pausa antes de ese aire de blues (más que nada por lo rítmico, la armonía tiene muy poco de blues) que es El flotador.
Curiosamente, a medida que transcurre el disco los temas son más breves en su duración. En el final, como colofón, regresa el bandoneón de Sued, pero la novedad es el vibráfono que toca Fermín Merlo. La sensación, cuando concluye el disco, es que salimos de un plácido viaje onírico. Y queremos escuchar de vuelta Titi...
El arte del disco, con mucho de libro infantil, tiene las hermosas ilustraciones de Inés Fraschina, que aportan mucho al objeto artístico. En pocos casos como este es tan patente la diferencia entre la despersonalizada escucha digital y la posesión de este bello artefacto que es un disco tangible. Es un honor poder editar y compartir con nuestros socios este tipo de obras de arte.
Club del Disco
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