Varios hechos excepcionales confluyen para hacer de este segundo volumen discográfico de Los Amigos del Chango un trabajo fuera de serie: en primer lugar, el que se reúnan tantos talentos (mérito del fundador del grupo, claro); en segundo lugar, la calidad de las orquestaciones de Néstor Gómez, con carácter propio pero muy afines al trabajo que se hacía con Farías Gómez; en tercer lugar, el amor por ese enorme maestro, cuya ausencia es sólo física; en cuarto lugar, la elección del repertorio. Si además le agregamos que está muy bien grabado y que se escucha todo clarísimo, el resultado es un tremendo discazo. No hay otra manera de definirlo.
La idea del Chango nunca fue escandalizar, más allá de que su osadía le haya producido alguna vez ese resultado en las mentes estrechas. Simplemente trabajaba los materiales con tanta libertad como le resultaba posible, sin importarle de dónde provenían los temas originales o a qué aplicaba sus ideas. Este grupo continúa por el mismo camino. Así, trastocan Durazno sangrando, Melodía de arrabal (¡que se hace murga montevideana!) o la Chacarera santiagueña, que se transforma en reggae sin problemas.
Lúdicos y desprejuiciados, suenan muy ajustados y precisos. Un ambiente festivo rodea toda la grabación: se nota el gusto por lo que hacen y por el hecho de reunirse a disfrutar la música Yupanqui, Pignoni, Lagos, Spinetta o Gardel. Los grandes nombres (y los grandes renovadores también) son abordados sin timidez. Es un disco que tiene la medida justa: lleno de sustancia en una duración similar a la de los LP de vinilo.
Un lujo que nos damos: compartir esta bellísima música con nuestros socios. ¡A disfrutar!
Club del Disco
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