Como los viejos LP de vinilo, Liebre, de Facundo Galli, dura poco más de 35 minutos. Ninguna canción se extiende más allá de lo necesario. Es una mezcla de aires folklóricos con melodías pop, todo matizado por la expresiva voz de Galli, de las más interesantes que hayan aparecido en los últimos años en la escena independiente.
Carismático -quienes lo hayan presenciado en vivo saben que es difícil no prestarle atención-, con oficio y mucha guitarreada encima, propone en este disco un menú que suma claros hits, como Caminito de tierra (track 2) y Collar (6), junto a otras canciones de corte más reflexivo como la bella De cauce lento o 2 o 3 palabras.
La lírica de Galli no tiene rebusques: muchas de las canciones están construidas con pocas palabras, y sin complicaciones. Uno de sus trucos es repetir versos hasta imponerlos, haciendo de la estrofa una suerte de estribillo. Bellas imágenes y una habilidad para encontrar el término justo, privilegiando la musicalidad de la palabra, lo acercan a otros autores como Cerati o Spinetta. En ese sentido, y por el uso de metáforas surrealistas, el compositor está más cerca de la cultura rock que de la canción de Jorge Drexler o Joan Manuel Serrat, por así decir.
La imaginación de Facundo Galli lo lleva a utilizar especies argentinas, como Los tilos, track 10 (un gato), música litoraleña, aires de bossa nova y hasta de foxtrot. Predomina el sonido de la guitarra criolla, aunque también lleva adelante la melodía en varias canciones la melódica, el bandoneón y algún teclado.
La grata sensación que deja el disco una vez terminado, la felicidad que se respira en cada canción, hace que den ganas de repetir la escucha una y otra vez. Un nombre para tener en cuenta, que hace su irrupción como el animalito de la tapa, con cierta timidez pero mucha personalidad.
Club del Disco
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