El segundo disco de Esteban Sehinkman es un fructífero encuentro entre un grupo de músicos y una propuesta compleja, rica, que se vuelve simple a partir de una interpretación enfocada.
La música de Búfalo bien podría ser catalogada como jazz, sobre todo por el manejo de este lenguaje por parte de los intérpretes y por lo irrepetible de su interpretación. Sin embargo, el lenguaje de composición es amplio y su lugar es central. Se destaca la presencia de elementos de música erudita, así como también la escucha atenta de otras tradiciones como la música judía o el rock. Si bien predomina la forma: tema–solos–tema, característica del jazz, los desarrollos solistas son acotados. Con composiciones que podrían pasar por tradicionales, como himnos abrevados en muchas influencias, Sehinkman destaca la impronta de estas músicas y el carácter emocional de las mismas.
Si bien el grupo es un septeto, no es un disco de una sola formación. Hay momentos de tríos (piano, contrabajo, batería) y piezas de piano solo. Tanto en los pasajes escritos como en los momentos de improvisación, la propuesta de Búfalo es adentrarse en los temas dejando de lado demostraciones de virtuosismo y apostando a una interpretación pertinente y comprometida con las canciones.
Dentro del grupo, Ben Dov (baterista) se destaca por lo atento. Su concepción del pulso es destacable, así como su manejo del instrumento, haciendo un aporte fundamental al proyecto. Los pianos están a cargo del compositor, que encuentra en este lugar un vehículo para comunicar, ablandando particularmente los pasajes escritos. Los solos muestran gran madurez interpretativa. El contrabajo parte de células rítmicas figuradas, no uniformes, tampoco de la marcación del pulso. También tiene a su cargo contra-melodías ejecutadas con arco, donde funciona como una extensión de la mano izquierda del piano. Los arreglos escritos para los vientos son de gran complejidad de ensamble, destacándose así mismo cada uno como solista. Los pasajes de notas largas y tensión en la afinación, acercan la sonoridad del grupo a la de una banda de pueblo. La búsqueda parte entonces de la afinación, el timbre y el manejo de la dinámica.
La forma en que se puede apreciar el ensamble así como cada uno de los elementos, da cuenta de una búsqueda desde la producción poco frecuente en nuestro medio.
Escuchamos al grupo tocando en una misma sala, sin artificios ni estridencias. A partir de un trabajo de microfoneo interesante y una mezcla no menos acertada, se rescata a la vez una propuesta tímbrica de cada uno de los instrumentos y un sonido definido del conjunto.
En resumen, Búfalo es un disco que registra excelentemente una propuesta en la cual varios lenguajes se suman de forma natural. Parte de lo compositivo y se redondea con una gran realización, con un balance justo entre energía y osadía.
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