Les presentamos el primer disco de este trío, en exclusiva para el Club del Disco. Yo nunca te vi despliega un lenguaje propio, complejo y liviano al mismo tiempo. Con el jazz sí se juega. Y todo vale.
Cuando parece que ya nada interesante puede hacerse con los clásicos del jazz, Zo’loka? Trío los pasa por el tamiz de su propia cocina, y nos devuelve una música rica en colores, con mucha energía, donde poco importan los géneros. Mientras en jazz, tradicionalmente, se improvisan melodías sobre una armonía previa, aquí se invierte la ecuación, y brota una audaz variedad armónica. La aproximación rítmica también es osada. El trío juega: a veces, el piano construye la base con un ostinato; otras, el cello marca el paso, el andar del ritmo, como lo haría un walking de contrabajo. Ante la “etiqueta” jazzera, la propuesta de Zo’loka? es el desparpajo y el humor. La intención es experimentar, buscar un sonido propio, desde el juego y la levedad.
Zo’loka? recurre a tres instrumentos –piano, violoncelo y voz – y obtiene de ellos lo imaginable y lo inesperado. En Honeysuckle Rose (Rosa Madreselva), el cello de Juan Manuel Costa se comporta como un bajo; en Black and Blue (Negro y Triste), lleva la melodía; y experimenta con juegos tímbricos a lo largo de todo el disco.
Para esta grabación, Marcelo Katz contó con el maravilloso piano del estudio “La casita de mis viejos”, y lo aprovechó al máximo. Explorando diferentes sonoridades —como en Sweet Georgia Brown (Dulce Georgia Brown)—, obtuvo infinitos matices tímbricos, en una búsqueda poco común. Del mismo modo, Victoria Zotalis parece utilizar toda su boca, todo su cuerpo, para cada sonido. De su garganta brotan susurros, gritos, maullidos, ladridos, trompetas, y hasta una cuica, en la única —e irreconocible— bossanova del disco.
Abandonando la estructura tradicional de un standard de jazz (tema-solos-tema), el trío se sumerge en complejos arreglos que dan cuenta de la intensa formación clásica y contemporánea de Katz, y del arduo trabajo en los ensayos. Suenan como un ensamble, y las piezas se articulan perfectamente hasta lograr un sonido exacto, estudiado. ¿Será “jazz de cámara”? ¿O “jazz al borde del desborde”? Es simplemente música, a veces melodramática, otras sutilmente gestual. Y puede mover a risa, con sonoridades que recuerdan a los viejos dibujos animados. O transmite la monotonía expresada por la única letra en castellano (en el repertorio predomina el jazz en inglés), con la insistencia del cello en una nota pedal, y el piano marcando un ritmo homogéneo, pesado. La interpretación y los arreglos llevan al límite los matices de cada clima: producen la atmósfera más intensa y apasionada, o la más delicada e íntima. Mientras, en todo momento, disfrutan haciendo música. Y contagian.
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