Alejandro Franov vuelca en Yusuy algunas de sus composiciones más definidas y nos entrega pequeñas piedras preciosas de gran complejidad, corta duración y gran condensación. Gran parte de la música es instrumental, y hacia el final del disco aparecen algunas canciones que, como toda la obra de Franov, son de una belleza sumamente original.
Caracterizan a este trabajo las melodías inspiradas, de largo aliento y abundantes cromatismos, levemente ocultas tras una instrumentación muy rica por la novedosa combinación tímbrica, con Alejandro a cargo de la enorme mayoría de los instrumentos.
Se destacan los acordeones, el sitar, la percusión acústica y electrónica, y los sintetizadores programados. En este campo, Alejandro es -junto al Mono Fontana- uno de los más creativos programadores de sonidos sintetizados de nuestra música popular. Con ellos consigue una expresión vital y orgánica.
El cosmos artístico de Alejandro Franov, libre y lúdico, se manifiesta por completo en su música, que tiene un aire de folklore interplanetario. Música tonal de modulaciones inesperadas, pedales y tonalidades errantes.
Algunas de las influencias musicales que podemos detectar en este disco podrían ser las de compositores brasileños como Egberto Gismonti o Hermeto Pascoal, del impresionismo francés, de Joe Zawinul, o de la música india y árabe.
El disco fue producido por Ernesto Snajer, director artístico del sello, quien ha seleccionado con sabiduría lo medular de la música de Alejandro, ayudando a pulir y condensar versiones, para mostrar en forma clara las diferentes facetas de este artista
enormemente prolífico.
La edición del sello independiente Arlyd es cuidada y la calidad de la grabación es muy buena. La cubierta, con algunas ilustraciones del mismo Franov, fue nominada en su momento como mejor tapa de disco en los premios Carlos Gardel, probablemente debido a que logra reflejar con frescura el peculiar mundo de este particular
artista.
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