Tras varios años de espera aquí en el Sur sale un nuevo disco muy particular de Alejandro Franov. Aquagong acaba de editarse también en Japón, donde sí sacan sus discos cada año y con éste suma cinco en el país de Oriente para el prestigioso sello Nature Bliss. En la Argentina lo último suyo que se publicó fue la banda sonora de la película Rompecabezas, (disponible en nuestro catálogo); pero ya hacía varios años que no salía un álbum del inquieto compositor y multiinstrumentista por estas tierras. Si hacemos memoria, y bien lo vale la oportunidad para destacar las diferentes propuestas de Franov en el tiempo, apareció un disco de piano solo llamado Melodía allá por 2005, y luego la reedición del ya mítico Yusuy en 2006 (seleccionado por el Club ese año). Así es que hoy ofrecemos contentos este lanzamiento, en el que hemos tenido mucho que ver porque lo amerita la calidad artístico musical del trabajo, muy actual; afianzando el talento de su autor que nunca deja de grabar. Y merece, como gran trabajo, ser disfrutado aquí también, dando la posibilidad de que muchos nuevos oyentes descubran el rico universo de esta suerte de genio local.
El disco tiene algunas canciones, cantadas por Alejandro con su estilo, muy suave y afinado, entre otras piezas instrumentales que brindan espacio al ambiente y los timbres, para ir cerrando el total de temas en un elevado nivel de vibraciones y ensueño. El sonido general de esta obra no puede resumirse en una palabra o “estilo” ya conocido, podríamos decir, sí, que condensa (y por esto es de gran valor conceptual) los mundos sonoros e influencias planetarias del creador. Se oye una musicalidad orgánica, sutil, con aire y armonías relajadas, casi íntimo pero con pulso vital, sin caer en lo bucólico ni en el cuelgue new age. Fluye naturalmente entre la gran variedad tímbrica, sin estridencias ni ritmos apurados. Hay una gran labor en la construcción de las bases rítmicas -que a priori no parecen pertenecer a ningún género en particular-, sobre todo por como está armado el entramado de beats, que aparecen como flotando, dando una sensación de reposo, aún cuando se tratan de tempi no tan lentos. Todo parece estar hecho de pequeñas células, a veces melódicas (o sea notas de instrumentos melódicos) que tejen una red, como campo de fuerza amalgamado y libre al mismo tiempo. Las melodías son de desarrollos largos y lúdicos, y todo tiene que ver con la instrumentación elegida: sitar, piano, acordeón, kalimba, bajo, guitarras acústicas, teclados, más algunas secuencias y loops digitales; todo ejecutado por Franov que también pone su voz. A eso se sumaron como invitados Martín Iannaconne en cello y Santiago Vázquez en berimbao para el track 4 (Planetario).
Belleza particular, fraseos que se quedan fijados en la mente, frescura inusitada y cierto carácter experimental por momentos, redondean esté álbum que tiene como valor extra la cualidad atemporal, si bien es música actual, nunca va a sonar vieja o de otra época, pues conlleva la energía genuina e inspirada de un tiempo mágico.
Producido por Alejandro Franov
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