Quienes conocen a Francisco Gato (a partir de ahora, Quito) saben perfectamente que es un todo-terreno de la cuerda pulsada. Se lo ha visto durante años tocando guitarra, vihuela, laúd, o cualquier otro instrumento de la familia en recitales de música barroca o renacentista; también se lo conoce como arreglador de música vocal y como docente que ha formado músicos que se desempeñan actualmente como instrumentistas, cantantes y directores de coro. Un músico completo que siempre ha tenido un acercamiento contemporáneo hacia la música antigua. Hace un tiempo se fue a vivir a España, pero ahora se tomó unos días para venir a grabar este audaz disco de tangos y milongas en el estudio de su hermano Ariel (es importante nombrarlo porque tiene mucho que ver con la gestación de este material).
Audaz desde el arranque, porque propone como instrumento la guitarra romántica, en este caso una réplica de una guitarra londinense de 1840, con la que logra una sonoridad brillante a la que suma en algunos temas otras réplicas (violín y violonchelo barrocos, corneto) que nos acercan a timbres parecidos a aquellos con los que nació el tango, curiosamente. El disco está enrolado en lo que se llama el movimiento early fusion, que consiste en hacer música nueva con instrumentos antiguos. Una vuelta de tuerca interesante que puede deparar frutos como éste. Aporta su voz en un poema Alfredo Casero, y suma muchísimo la lujosa gráfica y la didáctica edición de los textos.
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