La voz del Tape Rubín tiene un imán, exige atención porque es rica en armónicos, se la oye por encima de tres o cuatro guitarras con esa autoridad de los grandes cantores y, fundamental, se entiende todo lo que dice. Es justo comenzar cualquier reseña de este disco explicándolo desde la voz de su cantante, porque mucho de lo que ocurre a lo largo de Cambiando cordaje tiene que ver con Rubín. Y no es que el trío de guitarras, al que los socios del Club del Disco ya conocen de álbumes anteriores, carezca de importancia. En absoluto, están todos al mismo nivel y lo que se terminó generando es un cuarteto. Pero gran parte de las músicas y letras, y seguramente, por eso, la dirección general en la que se mueve el disco, tiene que ver con la impronta de esa voz decidida del Tape.
A lo largo de las catorce pistas del disco se escuchan no sólo tangos: hay huellas, como la bellísima Corazones de ausencia (track 5), milongas, como la esdrújula Milonguética (6) y bonitos valses como el instrumental Para Caro (8). Y es que hay momentos instrumentales, como en los bailes, para que el cantor descanse. El trío de guitarras parece conocer todos los secretos, después de tanto tiempo tocando junntos.
Tanto el sonido como la gráfica son un lujo poco habitual en estos tiempos. El book trae todas las letras, y es interesante recorrerlas con la vista, pero hay que decir que no es un práctica necesaria, en absoluto. La comprensíón de lo que canta el Tape Rubín es instantánea.
Un trabajo maestro, grabado con consciencia en cada momento del proceso de grabación y que nos permite disfrutar de esta alianza artística de 3 + 1.
Club del Disco
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