El acordeón, instrumento de lengüetas (como la armónica y el bandoneón, entre otros primos notables) llegó con los barcos y se quedó para siempre en este suelo. Parte inseparable de nuestra música, hechó raíces sobre todo en el Litoral, donde el chotís se transformó en chamamé, pero también se esparció por todo el país, gracias a su adaptabilidad (es portátil, se puede tocar caminando, tiene teclado, lo que lo hace más sencillo de aprender que el bandoneón con su compleja botonera, etc).
Con notables intérpretes en la Mesopotamia y una estrella mediática como Chango Spasiuk, pero también con otros intérpretes más humildes que lo difundieron durante todo el siglo XX, en este caso César Pavón rescata el costado más callejero del instrumento. Las mismas fotos de La César Pavón Orkesta de Akordeones (fantásticas producciones de vestuario, peinados y escenografía) del álbum denuncian un acercamiento festivo, con algo de circense pero también con un rescate de lo popular del instrumento.
El líder de la agrupación camina las calles y los medios de transporte públicos hace dos décadas tocando su instrumento. Ha logrado aglutinar a su alrededor músicos jóvenes y no tanto (no todos tocan el acordeón) con un repertorio que haría mover los pies a un muerto.
El tracklist denuncia el origen multinacional del repertorio: música italiana, incluyendo el ahora glamoroso éxito (gracias a la ¿TV?) de Bella ciao, viejo himno partisano, mexicana, euskera, rusa, klezmer, algún pasodoble y, por qué no, un vals como Desde el alma y la versión de Ji, ji, ji, el himno ricotero, con la voz del Chino Laborde.
Un recorrido por la Buenos Aires más cosmopolita, que abarca en su gesto cien años de música. No es menor el aporte de Pavón como compositor y arreglador, ya que firma tres piezas llenas de originalidad. En Arrastre se suma el reggae jamaiquino y una velada cita a Sumo. Notable disco, festivo como pocos y que retrata a un grupo único.
Club del Disco
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