Julián Polito es mucho más que un ejecutante de viola da gamba: es un hombre del Renacimiento, pero no solamente por su afinidad con la música de esa época (en sus discos en realidad mira más bien al barroco temprano) sino por lo múltiple de sus intereses y saberes. Hablar con él, escucharlo, nunca puede ser aburrido. Y, como un niño que juega con todo lo que encuentra, él sonríe feliz y tiene ocurrencias en las que funde mundos aparentemente distantes: un huayno del Altiplano se hermana con la música europea; una poesía del latino Horacio en la voz de Osvaldo Bayer luego de pasar por el Renacimiento deriva en una anónima milonga campera anarquista de principios del siglo XX; una tonada peruana del siglo XVIII en la voz de Palo Pandolfo parece convertirse en un tema de Los Visitantes; las Coplas a la muerte de mi padre de Jorge Manrique (siglo XV) en una baguala. Y se trata de un juego bien justificado, pero no de un chiste.
La teoría fundacional de este emprendimiento de Polito es que detrás del inmenso corpus de repertorio popular sudamericano están los conquistadores europeos que trajeron sus danzas, canciones e instrumentos para que se fusionaran con los ritmos de los nativos aquí, y posteriormente (o casi al mismo tiempo) con la presencia africana. En algunos pasajes, sobre todo en lo que hace a la música peruana y altoperuana que incluye este disco, se trata de una continuación de lo hecho en su obra anterior Viejo Nuevo Mundo. En otros, como el experimento que es las Coplas a la muerte de mi padre bagualizadas, se trata de ir más lejos porque en realidad lo que hace es probar cómo los pies de la poesía castellana de fines de la Edad Media derivan en la vidala o bagualas.
En realidad, más allá de teorías y explicaciones, el disco funciona muy bien en su alegre recorrido. Es decir, no hace falta marco teórico ni fundamentaciones: se trata de una producción delicada que entrega mucho placer a sus oyentes. De ese placer es responsable Polito por haber reunido a músicos muy talentosos y lúdicos, por los invitados precisos para cada pieza, y no son menores las participaciones de Federico Marquestó en la producción artística y de Pablo López Ruiz en el resultado final del audio.
Un bellísimo disco con muchas escuchas posibles diferentes, con una riqueza tímbrica exhuberante y un diseño gráfico acorde al concepto musical. Una suerte de revisionismo de lo ancestral con el oído del presente, borrando todas las fronteras visibles y posibles.
Club del Disco
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