La palabra litorâneo es propia del portugués y quiere decir litoraleño, o propio del Litoral. Hay, en la intención de Cecilia Pahl de bautizar así a su nuevo disco, una clara intención de borrar las fronteras nacionales de una zona que tiene una identidad cultural más fuerte que cualquier bandera o idioma. En palabras de la propia artista: “Con el entusiasmo de dar a conocer y poner a circular canciones nuevas de la reciente producción de músicos y poetas del litoral es que surge este disco, que en su nombre encierra su definición: litorâneo (portugués): relativo o perteneciente a la costa, como así también en un juego o suma de palabras: litoral + contemporáneo= litorâneo”.
Esto, así enunciado, suena precioso. Había que ver si luego, en la música, esto se cumplía con eficacia, que en este caso significa belleza. Y el resultado es grandioso. Un rosario de canciones nuevas, tanto por la fecha en la que fueron compuestas como por la originalidad: hay nuevos ritmos, nuevas temáticas, pero siempre partiendo de una mirada regional (a excepción quizás del Candombe de la luna en parche, track 9, más rioplatense, pero en definitiva tampoco es tan lejano).
Los autores son nada menos que Fandermole, Guillermo Klein, Coqui Ortiz, junto a los más jóvenes Sebastián Macchi, Germán y Matías Arriazu. La bellísima Canción para Mateo (track 3) tiene letra de Teresa Parodi, devenida Ministra de Cultura de la Argentina, pero reconocida representante de la música litaraleña.
El cuarteto de músicos que acompaña a Cecilia en esta aventura también es notable: Matías Arriazu es el responsable de los arreglos y toca ahora una guitarra ¡de 8 cuerdas! Sebastian Macchi en piano, Fernando Silva, contrabajo y bajo eléctrico y Mariano “Tiki” Cantero, en percusión y batería completan el cuadro. Los invitados ilustres en algunas canciones son, entre otros, el “Negro” Aguirre en el piano, Richard Nant en flugel, Daniel Maza en bajo y Leo Genovese en Rhodes, que borda un maravilloso solo en el ya mencionado Candombe, uno de los puntos más altos de un disco sin puntos bajos.
Si Corochiré, el primer disco de Pahl, que era un homenaje a la obra del gran Ramón Ayala, no parecía en absoluto un primer disco por su solidez y coherencia, este segundo trabajo es directamente consagratorio. Valoramos su idea de abrir el juego a autores actuales en este caso, algunos más conocidos y otros no tanto pero que bien le hacen a la música popular argentina. Dan ganas de escucharlo todo el día: la conjunción de las diez canciones novedosas con la voz llena de recursos de Cecilia Pahl es una invitación permanente a que suene en la casa, el auto, la oficina, las calles… Para disfrutar y compartir.
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