Por lo general el objeto de nuestras reseñas es anticipar al usuario del disco en cuestión lo que va a escuchar; explicar con palabras aquello tan difícil de definir: esos sonidos organizados que llamamos música. Pero en este ocasión, los disfrutadores no son sólamente los compradores, sino sus hijos, sobrinos o nietos.
En el caso de los grandes artistas para niños, como María Elena Walsh o Luis María Pescetti, por citar dos autores argentinos, es evidente que su música y poesía son también interesantes y estimulantes para los adultos, y eso explica también su permanencia en el tiempo. Por esa línea va Mariana Baggio, convirtiéndose de a poco en una referencia obligada entre docentes y padres. Su constancia hace que ya tenga público entrando de a poco en la adultez: esa permanencia dice algo.
Como en sus discos anteriores de estudio, hay canciones más contemplativas, otras que van directo a la acción (quizás más para los varones: antes fueron exploradores en la selva, o piratas en el mar; ahora van al espacio exterior). Como buena discípula de Pescetti, pero con un toque más melancólico que humorístico, que también remite a Walter Yonsky, Mariana Baggio le habla a los miedos de los infantes. Los niños pueden tener tristezas, frustraciones y desdichas amorosas. No son sólo recipientes de basura televisiva ni proyecciones de los deseos de sus mayores. Eso, que los grandes poetas saben hace tiempo (ver Lewis Carroll, Oscar Wilde, nuevamente M. E. Walsh y otros), Baggio lo aplica siempre.
Tratando con sumo respeto a los niños como público, paseando por diversos ritmos y usando muchos instrumentos diferentes que aportan a cada canción un color distintivo, Baggio con su grupo (muy estable en el tiempo) entrega un disco con puntos muy altos y mucho para descubrir. No alcanza con una o dos escuchas: por suerte para los padres hay que dedicarle muchas vueltas para empezar a disfrutar de todo lo que ofrece. Sin embargo, desde la primera vez nos sentiremos viajando al cosmos gracias a esa marcha con algo de socialismo real de los ‘50 que es La nave, y su continuación natural que es En la luna (tracks 7 y 8).
Producido por Martín Telechanski
Comentarios