Uno tiene que desconfiar al leer el tracklist y ver que figuran joyas como Desafinado o Esa tristeza (el temazo de Mateo). O que aparecen títulos de otros discos previos de los Fattoruso (porque son una dinastía, a la mejor usanza oriental) como el que abre el disco, La papa, o Ten more miles, que también pudimos escuchar en Emotivo, el disco de Rey Tambor, otro proyecto de Hugo en la actualidad que presentamos en el Club hace un par de años y que se grabó apenas un poco antes que esta placa a dúo. Tiene que desconfiar, decíamos, porque debería saber ya, luego de años de seguirle el rastro a este inclasificable uruguayo, que no hará algo rutinario y que la música después de pasar por sus manos se transformará en algo nuevo e inesperado. De esta manera sólo se puede entender cómo, apenas alterando un poco el compás de la bossa nova clásica de Tom Jobim nos la presente como algo recién hecho, o la magia que hace que una antigua y hermosa canción de Eduardo Mateo, con algún pequeño embellecimiento armónico y algún fraseo de la cosecha propia de Fattoruso logre la que sea, quizás, la mejor versión hasta ahora del tema.
Así, podríamos detenernos en cada gema de este discazo y desmenuzarlo con microscopio, pero es preferible llevarse la sorpresa de escucharlo con atención y reverencia para que quede algo de misterio. Sólo digamos que lo que hace el japonés Yahiro da para pensar si no habrá nacido en Río de Janeiro, en Montevideo o si no será un familiar perdido de los Fattoruso, hinchando por Peñarol en algún barcito de Tokyo o Yokohama... Es un fantástico músico y gracias a su capacidad y swing, que se acoplan a la perfección con esa prodigiosa mano izquierda de Fattoruso y el melodismo (o las progresiones armónicas) de su derecha, parezca que nos encontramos ante un trío o aún un cuarteto, por momentos. También hay lugar para escuchar lo bien que toca Hugo el acordeón, o cómo su silbido es un instrumento de increíble precisión. Uruguay, Japón, Brasil y New Orleans parecen confundirse como si quedaran en un mismo lugar en el mapamundi. Digamos para finalizar que nada de lo que hacen a lo largo de este tremendo disco está teñido por la extrema dificultad o que se deleitan en la complejidad rítmica y se regodean con armonías imposibles de seguir. No, al contrario: todo suena natural, sin forzar y como si no pudiera ser de otra manera más que de esta. La gráfica reúne con sensibilidad y sentido del humor los símbolos patrios de uruguayos y nipones y las caras de Hugo y Tomohiro. Un disco muy vivo, excelentemente grabado y mezclado por el técnico Yasuo Morimoto. Para escuchar mil veces y para recomendar y, por qué no, regalar a alguien a quien realmente apreciemos mucho. Para orientarnos, que en este caso quiere decir “ir hacia Oriente”.
Producido por Hugo Fattoruso y Tomohiro Yahiro
Comentarios