(Reseña adaptada de la del CD, disponible también en nuestro Catálogo)
Desde la portada nos sonríe un joven Jorge López Ruiz y, pequeño a la izquierda, se lo puede ver de perfil tocando su contrabajo. A los 31 años presentaba su segundo disco, y ya llevaba un tiempo pulsando las cuerdas de ese instrumento, luego de haber comenzado en el jazz como trompetista. El disco que grabó hace 55 años incluía sólo música escrita por él, lo que nos da una idea del perfil de este músico que pronto iba a descollar como arreglador y compositor de Sandro, quizás su rol más famoso en la industria de la música, aunque también cumplió trabajos similares para otros grandes números como Piero o Leonardo Favio, y compuso y grabó música para muchísimas películas argentinas y extranjeras a lo largo de varias décadas. También, sólo un año después, en 1967, publicaría El grito, una suite para big band que sería un impacto por su originalidad y que marcaría un nuevo camino que desembocaría en Bronca Buenos Aires, de 1970, con un claro perfil político.
Pero, volviendo a este, su segundo álbum con música propia, contiene en poco más de media hora ocho temas que ya son parte de la historia del jazz argentino. En el comienzo, el track más largo del disco, Presencia, dedicado a la memoria del Bebe Eguía, legendario saxofonista ya muerto hace tiempo en 1966, comienza con una larga introducción de acordes tríada en el piano que ya nos hablan de un lenguaje alejado de la tonalidad tradicional. En efecto, cuando comienza el tema propiamente dicho notamos la fuerte influencia de Miles Davis y su Kind Of Blue en estas tierras. Pocos acordes y melodía claramente modal, lenguaje que se continúa en Pablo, el track 2. Luego, la Oda para mi niña (3), mucho más dulce, juega con ambigüedad entre el 4/4 y la subdivisión ternaria, y Línea para una película, frenética, algo bopera, cierra el Lado A. El segundo lado inicia con El día de la carrera (5), donde se retoma el espíritu de los primeros dos tracks del disco y tiene un claro sabor davisiano de fines de los '50, comienzos de los '60, si eso fuera posible.
Más allá del análisis tema por tema, este álbum es una notable foto de lo que era el ambiente del jazz en la Argentina, o en Buenos Aires, mejor dicho, a mediados de esa convulsionada década de 1960. Leyendas del jazz local como el baterista Pichi Mazzei o el pianista Buby Lavecchia completan la base rítmica con López Ruiz. Los vientos los grabaron Rubén Barbieri (trompeta, hermano del mundialmente famoso Gato) y Marito Cosentino (saxo alto). Los cinco son legendarios, todos fueron además compositores y no sólo de jazz, y en el caso de Pichi Mazzei, por ejemplo, no es tan fácil conseguir grabaciones de él tocando, no con esta calidad por lo menos.
Club del Disco
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