Abel Gilbert ya nos tiene acostumbrados a estos rescates del pasado argentino vistos (o escuchados) desde los oídos. Ahora es el turno de uno de los períodos más controvertidos de nuestra historia reciente. Porque, si hay una suerte de unanimidad respecto al desastre del último gobierno militar (o, por lo menos, ningún investigador serio se atrevería a reivindicarlo en público), los gobiernos de Cámpora, Perón e Isabel, de disímiles efectos y duraciones, despiertan aún pasiones y encontronazos. Tal es así que una agrupación política muy relevante hoy (cincuenta años después) reivindica el apellido del primer presidente justicialista que no se llamó Juan Domingo Perón. Es verdad: se hace mucho más difícil reivindicar el gobierno de la viuda del General.
Pensar en esos años nos lleva en primer lugar a 1973, un año maravilloso desde el punto de vista discográfico, no sólo en la Argentina sino a nivel mundial. Prueba de ello es el que se haya editado un libro específicamente dedicado a ese año en el que se editaron Pescado 2 y Artaud, Vida y Confesiones de invierno, el primer LP de León Gieco y Pappo's Blues Vol. 4, pero también The Dark Side of The Moon, Band on The Run, Houses of The Holy y Tubular Bells, por ejemplo, y todos se conseguían fabricados en la Argentina. Época de oro del vinilo, que se iba a interrumpir abruptamente a raiz de la primera crisis del petróleo, que ocurriría justamente ese mismo año.
En la Argentina, el regreso de la democracia plena, sin proscripciones, traería además una breve primavera de libertades: por primera vez en mucho tiempo no se controlaba lo que se podía ver o leer. Si bien esa sensación duraría poco, fue la oportunidad para estrenar ciertas películas impensables pocos meses antes de mayo del 73. El aire comienza a enrarecerse con las primeras amenazas de la Triple A... Y el resto es historia conocida. La muerte del anciano líder el 1° de julio de 1974 rompe la última compuerta y la violencia se desata.
Lo interesante del libro es que su autor, adolescente en esos años feroces (que además eran un casi naïf anticipo de lo que vendría luego del golpe militar) trae de lo más profundo de su memoria el paisaje sonoro de ese período. No sólo la música que se escuchaba: también las voces (a veces increíbles por las cosas que decían, o por su timbre, o por las amenazas que proferían). Es inevitable leerlo cotejando en YouTube mucho de lo que se relata en sus páginas.
La sensación al cerrar el grueso volumen (casi trescientas páginas) puede ser algo agridulce: evocar la juventud o la infancia, por más que se piense en ellas como una Edad de Oro, puede ser muy angustiante si el entorno era de pesadilla. Claro, lo que vendría después sería (si cabe) aún peor: un aumento de la represión por parte del Estado, un ensanchamiento de la censura y de los artistas prohibidos, y la prohibición de la actividad política.
Las playlists que se pueden generar leyendo Llevo en mis oídos (inmenso hallazgo el del título) son reveladoras de la variedad de música que se emitía o editaba en esos años. Es un interesante ejercicio para los hipotéticos lectores activos del libro de Gilbert.
Club del Disco
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