Cantante que se distingue rápidamente dentro de la gran variedad que hay en este momento en la escena argentina y latinoamericana, en este disco, el tercero propio, Melina Moguilevsky ejerce fuertemente el rol de compositora y autora de la música que interpreta. Con esa voz de timbre tan reconocible, y sin dejar de crecer en su increíble dominio técnico, ahora además suma un trabajo de producción artística delicado, pensado para poner en valor sus recursos sonoros.
En ese sentido, está claro que el aporte de los productores Juan Belvis y Luciano Vitale, que trabajaron la artística del disco junto a Melina, fue fundamental. Se percibe que fue una inmersión total en el material compositivo de la artista. Ellos además grabaron gran parte de los instrumentos, estuvieron a cargo del sonido del álbum, en suma, se involucraron con un compromiso enorme.
Es un álbum bien de estudio, pero que con algunos ajustes y ensayo se puede llevar a escena con un personal de tres a cinco músicos. Hay canciones bellísimas y originales como Lluvia (track 2), hipnótica y que no se parece a nada que hayamos escuchado previamente; otras más tradicionales, de guitarra, digamos, como Respirar (4), en la que además de los vientos invitados participa el cantante gaúcho Vitor Ramil.
Pero hacer una enumeración y descripción de las siete canciones no tiene sentido, porque además el disco se escucha mejor como un todo. Hay mucho trabajo con el paneo, con lo tímbrico, que amerita alguna escucha con buenos auriculares, y tranquilos, en casa, no en el ajetreo de la calle.
Se trata más que de un paso adelante de un salto hacia arriba en la discografía de Melina Moguilevsky. ¡Y su disco anterior ya era muy bueno! Pero Huecos es una apuesta nueva; la coloca en otra instancia, sin dudas. Aunque suene remanido, lo que se nota aquí es una madurez conceptual que le otorga coherencia a todo el disco. De una extensión justa, cuando termina queremos escucharlo nuevamente.
La fotografía y el arte gráfico del objeto son bellísimos, jugando con los claroscuros y prescindiendo del color. Todo tiene la elegancia de la música que se escucha.
Club del Disco
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