Ruben Rada nunca se encasilló en un género, lo cual tiene sus ventajas y desventajas. Mezclando el candombe con el rock, junto a Eduardo Mateo integró El Kinto, luego fue parte de Tótem y Opa, nada menos, para más tarde comenzar una carrera solista que, en el momento de salida de Adar Nebur, 1984, estaba en su cúspide, y se estaba desarrollando en la Argentina, donde el cantante, percusionista y compositor estaba viviendo.
Para muchos, este álbum fue un parteaguas. Pero no por lo bien grabado que está, por la calidad de las canciones y los arreglos maravillosos de Osvaldo Fattoruso y Ricardo Nolé, sino porque a raíz de una crítica destructiva (según el propio Rada, malintencionada) hecha en una de las revistas de mayor tirada de esos años, la popularidad del músico montevideano comenzó a declinar. Pensemos que en 1983 había llenado Obras, y que convocaba a mucho público joven cercano a la cultura rock.
Escucharlo ahora, a 38 años de su lanzamiento, provoca incredulidad, en lo que refiere a esas críticas despiadadas. Sería un disco que, si se publicara hoy, estaría entre los candidatos a ser el mejor del año. Todas las canciones tienen un finísimo trabajo de arreglos e interpretación. Aparte de los ya mencionados Fattoruso y Nolé, brillan Ricardo Lew en guitarra eléctrica y Urbano Moraes en bajo. Pero además participan Fats Fernández, Hugo Pierre, Henry Bay y Oscar Feldman, nada menos, lo que le da al álbum un color netamente jazzero.
Sorprende lo adelantado de algunas letras, que quizás se comprenden mejor hoy que entonces, como Mambo liberador (track 1) o La tierra, los hombres (7). La primera, con sus menciones a Artigas y a la libertad (recordemos que en 1984 todavía no había retornado la democracia a Uruguay); la segunda, de clara vocación ambientalista. ¿Qué pasa con la adolescencia? (2) y Prestame un mango (4), más festivos, también siguen vigentes.
Mandanga Dance (8) fue el pecado imperdonable de este disco, para la crítica de 1984. El crimen de haber producido un hit, o la supuesta liviandad de su letra, mancharon la reputación de Rada en el adusto escenario de la música popular argentina del retorno a la democracia. Lo que no se le exigía a Los Twist o a Virus, parecía ser innegociable con Rada, para ciertos escribas.
Con un sonido bien ochentoso, con esa mezcla tan propia de Ruben Rada en la que se juntan el candombe, la canción, la fusión, este álbum cobró valor con los años y sigue esperando nuevos oyentes.
Club del Disco
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