La historia de los estudios de grabación reposa en los fonogramas o, mejor aún, en la memoria del público, que a veces suena mejor que lo queda como soporte. En un país en el que la casi totalidad de los masters se borraron (cuando eran cintas) para grabar otros encima, esto no es una metáfora. Pero todos sabemos lo bien que sonaba el vinilo de Yendo de la cama al living cuando salió a la calle. Bueno, fue grabado en Panda. Es más, fue uno de los primeros discos que se grabaron allí. Esa historia y cientos más de Charly, Miguel Abuelo, Andrés Calamaro, Los Twist, Los Pericos, Virus y un interminable etcétera es la materia principal de este libro de Nicolás Igarzábal.
Al tratarse de un estudio de grabación identificado con el rock, una porción mayoritaria de las páginas se las lleva ese género, pero quizás lo más interesante se da cuando aparecen los extraños: Gilda, Joaquín Sabina, Mercedes Sosa o los numerosos grupos de cumbia que registraron sus discos en el edificio de la calle Segurola.
Para quienes están en la industria de la música será muy interesante la palabra de los técnicos, que están muy presentes a lo largo de las más de 200 páginas de este volumen. El dueño y alma mater, Miguel Krochik, también está presente de manera constante pero, con sagacidad, el autor hizo que fuera uno más en el relato, y no la voz principal. De lo contrario se corría el riesgo de transformar el libro en un house organ de Panda.
En las páginas finales se puede encontrar un listado, año por año, de los álbumes más destacados grabados y/o mezclados en los legendarios estudios. Lo cierto es que la lista impresiona mucho, por los nombres y los títulos que se leen allí.
Club del Disco
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