Mariel Barreña es una artista polifacética, capaz de abordar sutilmente con su voz un clásico del folklore como Tristeza, de los Hermanos Núñez (track 10) y a continuación entregarnos una composición instrumental propia en ritmo de candombe donde le prende fuego a piano y teclados, liderando un grupo con cuerda de tambores y todo. Esa ductilidad se pone de manifiesto a lo largo de todo Viva - Destino del canto, que es su primer álbum.
Grabado en formación de cuarteto flexible (el grupo se adapta al arreglo de cada tema), también cuenta con invitados puntuales. Se trata de una lista de canciones entre las que se encuentran clásicos de Violeta Parra, los Hermanos Núñez, Falú - Dávalos o Ruben Rada, junto a otras no tan divulgadas y tres composiciones de la artista, todas instrumentales. Una de ellas muy breve, Intro (3), que sirve obviamente como introducción a Un brotecito de zamba (4); otra, Hermano huayno (5) y, finalmente, la ya mencionada Candombeando (11). En todas se escucha a una pianista con un toque clásico y mucha facilidad para la melodía.
En cuanto a los clásicos, nada más difícil que registrar una canción que ya fue interpretada muchas veces por multitud de cantantes. Bien, Mariel se las ingenia para buscarles la vuelta desde los arreglos, que pocas veces se anclan en la tradición sino que están más cerca de la canción urbana. La excepción se da con Añorando el carnaval (6) y La flor del jardín (9), en las que su voz se une a la de Silvia Gómez y sólo se acompañan de una caja.
Pero, más allá de los arreglos y de los tremendos músicos que la acompañan, el arma secreta de la cantante es su voz. Es de esos timbres que impactan desde la primera escucha por su color. Si a eso se suma un fraseo muy interesante, una afinación perfecta, un registro muy amplio y un manejo de los climas de cada canción muy atinado... No hay mucho por agregar.
Un disco que obliga a escuchas reiteradas, ya que hay mucho por descubrir.
Club del Disco
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