Las breves palabras introductorias a cargo de Rofolfo García (sí, el baterista de Almendra, Aquelarre, Tantor y ahora Jaguar) son el salvoconducto para que entremos de cabeza a la cabeza de Cucuza Castiello, esa testa fileteada que se puede ver como una efigie de una moneda antigua en la tapa de Tangolencia Rockera, su álbum más reciente. Allí adentro bullen mil ideas. Ideas que derriban las fronteras de los géneros, de las culturas tango y rock, lo que en realidad ocurre a varios niveles. No es el primer caso de acercamiento, de un mundo para otro. Pero el caso de Cucuza grafica que ya la barrera no es generacional: ahora hay artistas de tango jóvenes y viejas glorias del rock argentino, quién lo hubiera dicho...
Usando recursos como el medley, o trasvistiendo rítmicamente un tango o una canción pop de los '80, haciendo esas menesundas que son su sello personal en la noche porteña, Castiello conmueve. Pero quizás lo más notable sean los casos de Bohemio, de Andrés Calamaro (track 3) o Cemento (de Edu Schmidt, track 15) donde queda claro que la nostalgia ya no es privativa de los tangueros. La rubia tarada ahora es abuela, como dice, entre otras irónicas constataciones, la letra de esa canción.
No hay una tesis sosteniendo este disco: no se busca demostrar nada en particular. Simplemente la comprobación fáctica de que mucha de la música de Charly García desde los inicios de Sui Generis, por citar un caso, tenía raíces comunes con lo mejor del repertorio del tango. Que cuando se habla de música ciudadana ya se debe pensar de manera amplia, porque Imágenes paganas es tan urbana como El ciruja (acá en furiosa versión ska Cadillac). No sabemos qué hubieran opinado los autores e intérpretes que popularizaron estas dos canciones de lo que grabó Cucuza. Sin dudas, todo juicio es hijo de la experiencia: es posible imaginar que si hubieran vivido lo suficiente como para ser contemporáneos de este álbum de 2019, lo hubieran aprobado. O por lo menos no se hubieran sorprendido.
El disco es una caja de sorpresas. Más allá de los guiños, de los chistes si se quiere, es muy consistente, entre otras cosas porque está sostenido por la expresiva voz y por el fraseo del cantante. Grabado junto a un trío básico de guitarra, piano y bandoneón, cuenta con invitados que completan la orquestación y con varios cantantes invitados que secundan a Cucuza.
Un trabajo desmesurado, con algo del horror vacui del fileteado porteño y con mucha fidelidad a la música que lo emociona al artista. Muy porteño, hiperbólicamente porteño, quizás. Lleno de asociaciones afortunadas, algunas impensadas. Original y hecho con buen gusto, es una buena manera de acercarse a este cantor y performer único.
Club del Disco
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