Dos años luego del impacto que significó Dueño no tengo, Don Olimpio entró a estudios para grabar el álbum sucesor, paso siempre arriesgado cuando el éxito acompaña la opera prima de un grupo. Entonces, lo primero que hay que decir es que, lejos de decepcionar o de repetirse, Mi fortuna está llamado a ser otro hito que seguramente será recordado como uno de los grandes discos editados en 2019.
El grupo mantiene su estructura de septeto + cantante, con apenas el cambio de bandoneonista, ya que entró Milagros Caliva en lugar de Santiago Segret. Los arreglos y dirección siguen estando a cargo de la fecunda imaginación de Andrés Pilar quien, además de ser un gran conocedor de mucha música de raíz argentina que no está tan presente en los repertorios actuales, es un elegante pianista. Esa elegancia está presente también en la escritura de los arreglos. Es un orquestador fino y sensible.
El álbum abre con La zafrera, bellísima zamba de Mathus y Tejada Gómez que figuraba en el primer disco grabado por Mercedes Sosa en 1961. Aquí un frenético dúo de clarinete y flauta, al que luego se suma el bandoneón, le imprime un tono urgente desde el arranque a la canción. Y no es antojadiza la mención a la cantante que le puso voz por primera vez a esta zamba, porque cada vez que se escucha a la catamarqueña Nadia Larcher viene algo del espíritu de la gran tucumana.
Las versiones se suceden, y también hay espacio para un par de tracks instrumentales. Como en un repaso de la geografía argentina, vamos recorriendo el mapa y hay lugar para Niní Flores, Pepe Núñez y también un cruce de los Andes para una dionisíaca versión de Maldigo del alto cielo, de Violeta Parra.
Con el grupo aún más afiatado que en 2017, esta grabación es un lujo de audio, y a la vez es humilde (por fuerza mayor) en su presentación gráfica. Vale la pena la edición física, ya que se sabe que la calidad de sonido es incomparable.
Club del Disco
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