Este es el tercer disco del Pipi Piazzolla Trío, y consolida lo hecho en estos años de escenarios, a la vez que es un paso adelante, hacia el futuro del jazz argentino. Grabado en una sola jornada, con muchos tracks que son primera o segunda toma, la guitarra galáctica de Lucio Balduini y el saxo volador de Damián Fogiel se entrelazan en gloriosos contrapuntos rítmico-melódicos en los que la batería de Pipi Piazzolla es un jugador más.
Cada trabajo discográfico del trío de Pipi es una apuesta conceptual: si en Arca rusa teníamos, haciendo honor al film rodado en el Palacio Hermitage de San Petersburgo, un largo plano secuencia que permitía ver todo el álbum como una continuidad, y en Transmutación el foco estaba puesto en los desplazamientos y yuxtaposiciones de células rítmicas heterogéneas, aquí hay algo de esto último pero, sobre todo, mucha melodía inspirada. Y mucha música del propio Pipi Piazzolla, ya que seis de los nueve tracks están firmados por él.
Como arranque, los primeros tres temas (todos de Pipi), son un mazazo. Tanto Steve (track 1) como River Plate (2) acumulan ostinati en las distintas voces hasta decantar una esperada melodía que funciona como cadencia que resuelve con alivio las tensiones generadas previamente. En tanto que Aura (3) es una balada, pura melodía, simple y bella, con sorpresa gracias a un cambio armónico inesperado. Es muy Piazzolla en su aire de milonga.
Luego, si partimos el disco en tercios, vienen tres temas que comienzan con Adiós (4) de Lucio Balduini. Comienza con el típico pattern que ya es su marca registrada, pero que va cambiando de subdivisión. Cada instrumento toma el motivo de una manera diferente, lo que genera corrimientos que ocurren también en otros temas del disco. Hay algo que recuerda a las primeras polifonías medievales, a la escuela de Notre Dame. Nada más lejos del jazz argentino, se dirá... Pero no es así, siendo que es una música tan amplia, libre y generosa que permite que entre de todo, hasta un émulo de Perotin. Monumental (5) y Lolo (6) cierran este segundo tercio y también llevan la firma de Pipi. La última, ya estaba presente en Studio 2, disco de Escalandrum grabado en Abbey Road.
La última parte del disco trae dos conocidos temas de Coltrane (Naima, track 7) y Monk (Evidence, 9), más otra entrega de Pipi Piazzolla, Violeta en tren. La sensación al terminar de escucharlo entero es que se trata del trabajo más redondo del trío, una suerte de consolidación luego de tantos años juntos. Si bien los juegos rítmicos que son ya marca registrada del baterista están presentes, acá prima el trabajo del grupo con las estructuras melódicas de los temas, lo que hace que sea un disco sencillo de transitar inclusive para gente no muy familiarizada con el lenguaje del jazz.
Nuevamente aplausos para el sonido que le saca Facundo Rodríguez a la grabación y para el arte gráfico, otra vez en manos de Pontenpié. Un disco clásico de 2019 comienza su camino.
Club del Disco
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