Es difícil la tarea, pero no imposible: propiciar un encuentro entre la música de raíz del continente americano y las tendencias globales más tecnológicas. En ese camino hay diferentes vías, pero obviamente hay algunos esfuerzos constantes que vienen dando frutos muy originales, como en el caso de Tremor, Lulacruza, Chancha Via Circuito, y otros. Siempre con un cruce entre programación electrónica y toque en vivo, con el uso de instrumentos autóctonos. También Tonolec, dúo por el que conocemos a Diego Pérez, proviene de esa experiencia. Pero claramente el centro está puesto en la canción, y acá el cuerpo está más presente.
El uso de climas ambientales, el canto a la naturaleza, la sublimación de la tierra están presentes a lo largo de todo el disco, dándole un eje temático: basta con ver los nombres de los diferentes tracks. Nación Ekeko lo encabeza Diego, que toca, programa y produce, pero es una suerte de colectivo que admite invitados que se suben y bajan para cada número. Eso le da una variedad importante, no se trata de un disco monótono ni mucho menos. Y hay que destacar que lo acústico, el instrumento real tiene primacia sobre lo electrónico. Está en primer plano la madera, la piel, no lo digital.
Un tapiz sonoro de nuestra gran nación latinoamericana. Es un trabajo lleno de detalles, al que conviene darle tiempo de atención, cambiando la escucha: al aire, con auriculares. Hay que ir probándolo en diferentes momentos del día. Y la gráfica, ingeniosa y hermosa al mismo tiempo, coincide con la amplitud de la propuesta sonora. Se va desplegando hasta alcanzar un tamaño considerable e inesperado.
Club del Disco
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