Los autores del Disco del Mes explican su disco

Dúo soñado

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Gabriel Domenicucci (contrabajo) y Ernesto Amstein (Rhodes, Wurlitzer) responden a dúo las preguntas relativas a su particular trabajo, el encantador El ombligo de un sueño.

¿Cómo surgieron los temas propios del disco?

Gabriel Domenicucci: El proceso de composición fue mucho más fragmentario que en Ni una nube y Mínimo. En esos discos escribí la música en el mismo orden en que está grabada. Los trabajé como una obra integral que va desplegándose. Para El ombligo de un sueño escribí Pretos y Epílogo, el principio y el fin, y eso le dio unidad a la obra, permitiendo incluir temas que ya tenía, pero que necesitaban un marco que los incluyera.

¿Cómo fue la grabación?

Ernesto Amstein: La grabación se hizo en Estudio Mínimo, el estudio de Gabriel, donde ensayamos habitualmente. El modo en que se grabó fue la respuesta al interrogante ¿qué pasaría si grabamos en sólo dos canales, con un micrófono delante del bajo y una línea saliendo del Rhodes? Decimos en broma que fue un "dogma" (como el manifiesto en el cine): los dos en una sala pequeña, tocando la música como lo veníamos haciendo desde el comienzo. Lo más lindo, creo, fue que no existió el "momento estudio", con todo lo que cambia eso la manera en que se toca la música. Uno viene tocando en casa, en vivo o en los ensayos con una frescura que después es difícil llevar al estudio, porque está la sensación de "ahora o nunca" o "no me puedo equivocar". Disfrutamos todo el proceso. Luego vino la mezcla con Alejandro Spinelli, que entendió desde el principio el sonido que buscábamos, así que también fue muy fluido. Hubo un momento, casi al final del proceso, en que se movieron un par de perillas, y el sonido simplemente se armó para mí.

¿Se inspiraron en algún dúo preexistente? ¿Hace cuánto que están tocando juntos?

EA: Yo aprendí mucho tocando a dúo en General Roca, con el contrabajista Andrés Fuhr, que fue una especie de mentor para mí, para Gabriel y para muchos otros músicos que están ahora en Buenos Aires. Él tiene un Rhodes en su casa, así que a nivel tímbrico, me fue familiar desde siempre, el dúo Rhodes - contrabajo. El disco Intuition de Bill Evans a dúo con Eddie Gómez, es casi un lugar obligado porque comparte la instrumentación, pero creo que ahí termina el paralelismo. De paso en el disco de Bill, el Rhodes tiene phaser, es una pena, porque creo que si no fuera por eso, sería un gran disco. Luego, Jasmine, de Jarrett con Charlie Haden, que es una joya desde donde se mire. Sin embargo, creo que dos discos de Steve Swallow: Duets, con Carla Bley y Parlance, con el pianista inglés John Taylor, fueron referencias por la dualidad acústico/eléctrico que se escucha también en El ombligo..., y por la manera de componer de Gabriel, que como Swallow, se empeña en escribir canciones simples y hermosas. Cuando llegué a Buenos Aires, en 2010, el teléfono de Gabriel era uno de los pocos que tenía en la agenda, porque habíamos coincidido un verano en el sur. Él me abrió las puertas desde el comienzo y me hizo también poner el oído en otras músicas fuera del jazz. Algo no solo saludable, sino necesario.

GD: El dúo es una formación que investigo hace tiempo. Ni una nube, el disco que editamos con Leo Fernández en 2007, es parte de ese trabajo. Es un formato que permite escuchar con claridad la melodía y la armonía. Y es a la vez, un desafío técnico y rítmico. Respecto del Rhodes, es extraño, pero todos mis maestros tienen o han tenido uno. De algún modo, es un instrumento que siempre ha estado presente. Además de los que mencionó Ernesto, otro disco muy inspirador es The art of conversation de Dave Holland y Kenny Barron.

El disco suena muy onírico, y el nombre remite al sueño. ¿Cómo llegó esa inspiración?

GD: El disco del dúo me encontró trabajando en la idea de escribir melodías atravesadas por el concepto de los sueños. Esas ideas determinaron eso onírico que mencionás. El ombligo del sueño es un concepto de Freud. Es ese punto del sueño que permanece en las sombras, un nudo imposible de desenredar. Es una metáfora hermosa, ¿no?

¿Cómo ven o sienten la escena actual del jazz argentino?

EA: Creo que sería mas preciso hablar de la escena porteña, porque en Córdoba, Rosario o la Patagonia, se desarrollan otras experiencias con características y estética propias, de las que poco sé y que merecen respeto y atención. En Capital, decir que la escena está creciendo ya es una obviedad. Esto es, en parte, por el trabajo sigiloso que vienen haciendo desde hace tiempo muchos músicos, entre ellos Enrique Norris, tocando y enseñándonos el oficio. Que haya carreras de jazz públicas de alta calidad, como la del Conservatorio Manuel de Falla, nos cambió la vida a muchos de mi generación. Creo que el tiempo que viene debe ser de consolidación y ampliación de la audiencia, que es el talón de Aquiles de esta corriente. Uno va a ver a Brad Mehldau al Gran Rex repleto y se pregunta "¿dónde está toda esta gente cuando tocamos los locales?". Sacar del ghetto al jazz es primordial para que muchos de los que están empezando puedan mantenerse en carrera.

¿Cómo recomiendan escuchar el disco?

EA: Los discos muchas veces responden esa pregunta solos. Ojalá quienes lo escuchen sepan oír esa respuesta.

>Ver y escuchar el Disco del Mes: El ombligo de un sueño

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