El vibráfono es la última evolución del antepasado común de todos los llamados instrumentos de placas: los xilófonos africanos (balafones, etc.). Entre los instrumentos de placas el primero que aparece en la música occidental es el xilofón, ya en la música académica de fines del siglo XIX; luego la marimba, que extiende el rango (hoy llega a cinco octavas); y, por último, el vibráfono, cuya principal diferencia es que las placas son de una aleación de metal, basada en aluminio. Los instrumentos anteriormente mencionados son de madera.
Lo genial de la idea de sustituir la madera por el metal, atribuida a the Leedy Manufacturing Company en los Estados Unidos en 1921 y perfeccionada y definida ya a lo que es hoy el vibráfono por la empresa Deagan, reside en que el metal de por sí tiene una vibración larga, lo que se conoce como sustain, en cambio la madera, como podemos comprobar golpeando el escritorio, no tiene resonancia; podríamos decir que es un puro ataque. Esta resonancia es la característica que hace que el vibráfono sea el instrumento de placas con mayores posibilidades expresivas. A esta misma gente se le ocurrió agregarle un apagador accionado por un pedal, que funciona de manera similar al del piano: suelto suenan las placas apagadas, secas, y cuando se lo baja se produce su vibración natural. El pedal, por supuesto, permite controlar la duración de la nota. También tiene tubos resonadores debajo de cada placa, que amplifican el sonido y consolidan el cuerpo y la afinación reforzando la frecuencia principal de la nota (armónico fundamental). Al comienzo, otra cosa que fue muy novedosa era que tiene un motor que hace girar unas tapas que hay sobre cada resonador produciendo un efecto mezcla de vibrato, wha wha y leslie… hoy en día se usa poco este efecto, ya que por un lado resulta algo cansador que esté todo el tiempo y por el otro, debido a los notables avances en la forma de tocar producidos desde su invención.
El rango estándar es de tres octavas (de fa3 a fa6) aunque de a poco se está imponiendo, ya que algunas marcas han logrado que suene bien (especialmente Yamaha que absorbió la empresa Deagan y usa sus formulas mejorándolas), un vibráfono que llega hasta el do3 en los graves.
La leyenda cuenta que el primero en tocar el vibráfono fue Lionel Hampton, en ese momento baterista de Louis Armstrong: aquél se topó de casualidad con el instrumento y empezó a probarlo, deslumbrado por el sonido se lo mostró al famoso trompetista, quien también quedó fascinado y decidió incluirlo en unas grabaciones. Lionel hampton se dedicó plenamente al instrumento y se hizo famoso como vibrafonista, sobre todo en el cuarteto de Benny Goodman. Al principio fue solo la novedad tímbrica, luego, empezó a desarrollarse la técnica. En este camino podemos mencionar a Milt Jackson, Bobby Hutcherson, Joe Locke, Steve Nelson, pero la aparición a fines de los años ’50 de Gary Burton revolucionó la manera de tocar y expandió las posibilidades musicales de forma casi antinatural. Diría que es como si en la historia del piano, después de Beethoven hubiera aparecido directamente Franz Liszt…
Burton inventa la técnica de cuatro baquetas (algunos de los anteriores usaban también cuatro, pero por momentos y sólo para hacer acordes con una posición fija con la que podían por ejemplo tocar solo cuartas, reacomodarse y cambiar el intervalo), y la desarrolla hasta el punto de que las baquetas funcionan de manera independiente, como un pianista de cuatro dedos… Pero no es esto sólo lo que aporta Burton: los diferentes sonidos (desde el mas furioso staccatto a un dulcísimo sonido que pareciera no tener ataque), las variantes tímbricas, el dampening (apagado de notas con alguna de las baquetas o con la mano) lo que permite una de las características únicas de este instrumento: dejar sonar por ejemplo un acorde y tocar una melodía sin que se mezcle la resonancia de las notas, y por supuesto el virtuosismo en la velocidad y articulación. Después de Burton, pareció que se acababa algo, de hecho él graba hace 50 años y todavía nadie le ha podido hacer sombra, y eso que lo estoy juzgando específicamente desde lo técnico. Aunque musicalmente también pareciera ser abrumadora su presencia, ya que para mí los grandes vibrafonistas que desde lo musical son referentes, son anteriores: Milt Jackson y Bobby Hutcherson. Luego han aparecido algunos virtuosos pero a mi modo de ver han muerto en el camino de intentar copiar a Burton.
Aquí quiero mencionar al que para mí el mejor vibrafonista post-Burton, que es argentino y fue mi maestro: Héctor Sánchez. Él y yo (luego de haber estudiado con él) cada uno, a su manera, buscamos por otro lado… Usamos la técnica de Burton y creo que hasta la perfeccionamos, puesto que hay algunas cosas que él hace que son imposibles, y la hicimos más natural, más flexible y más expresiva, al servicio de la música. Ir por otro camino, para mí, fue, por ejemplo en el disco Haciendo agua, que acaba de salir, intentar que el vibráfono cumpla la función del piano en lo que sería la base rítmica de un cuarteto de jazz: crear el espacio armónico, "groovear" con la banda y no tanto el trabajo melódico lineal.
El vibráfono es un instrumento que al principio atrae por su tímbrica pero puede cansar enseguida (tanto al que toca como al que escucha) si no se trabaja mucho la expresividad, que por supuesto está en uno, pero es particularmente difícil trasladarla al instrumento. Son todas placas iguales, de metal, que se percuten con baquetas, si toco todo igual suena todo igual, frío y muy homogéneo tímbricamente. Por eso el gran desafío es encontrar esas variantes desde el toque, convirtiendo a un instrumento bastante primitivo en uno tremendamente expresivo que puede "cantar" melodías o puede ser incisivo, puede tocar acordes rítmicamente o asemejarse a un órgano; es decir que a través de la técnica moderna se puede llegar a hacer de este instrumento un instrumento del rango del piano o la guitarra, que puede acompañar, ser líder, y hasta por qué no, tocar en forma solista.
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