A propósito de algunos lanzamientos que presentamos en nuestro Catálogo, y el caso puntual de Totó la Momposina con su musicalidad arraigada en la cultura rítmica del Caribe; con un amigo músico y socio conversamos sobre el contagioso ritmo de la cumbia, cómo se baila, cuánto convoca, y cómo suena en boca de muchos ahora también en la Ciudad de Buenos Aires. De que nadie sabe qué es en verdad la “movida tropical”. De los muchos títulos, subgéneros y los últimos acontecimientos que se vienen dando alrededor de esa música alegre, que fue discriminada durante mucho tiempo y aún hoy es resistida por algunos sectores, en particular los medios importantes que se dedican a “la cultura”. Hablamos, discutimos, escuchamos discos, inventamos pasitos… y me quedé pensando. En realidad de estas cosas no se habla, ¡esa música se baila y ya! Pero aprovecho ahora para resumir algunos conceptos que en aquella charla nos iluminaron bastante la pista. La cumbia proviene de la región sur del Caribe, más bien de lo que hoy es Colombia y Venezuela, donde forma parte del folclore popular, era originalmente instrumental y percusiva. Pero como toda música viva, se mueve, muta y trasciende fronteras; hay cumbia en Ecuador, en Perú, México y también en la Argentina. Aquí su principal sustento fue y es en el interior del país, que desde hace casi cuarenta años genera grupos con un sonido muy semejante al de las bandas urbanas (con formato canción) de los países centroamericanos. Se estila un ritmo de 4/4, llevado por la percusión y el güiro, apoyado por el bajo, que junto a la guitarra son los únicos instrumentos eléctricos, el detalle es el acordeón que marca las melodías principales, seguida de la voz y los coros. Desde hace unos quince años y principalmente en la zona sur de continente se incorporó el teclado como un instrumento melódico más. Todas las cumbias cantadas tienen letras de carácter social, con contenidos costumbristas o amorosos, y en algunos casos con doble sentido político. Es música a veces romántica, para bailar, que se toca y se vive en grupo.
Los primeros sonidos de esta música en Argentina se dan a fines de los años ’50, con los grupos El Cuarteto Imperial y Los Wawancó, formados por jóvenes de diferentes lugares de Latinoamérica residentes en Bs As. En adelante, se va generando una cumbia más identificada con lo local en distintas regiones del país, creando una música referencial y popular, sin entrar en los circuitos masivos de comunicación. Así, siempre con repertorio propio, en Santa Fe allá por 1972 nace el Sexteto Palmeras, que luego y hasta hoy son Los Palmeras; referente casi ineludible, con gran popularidad conseguida a base de éxitos, giras, discos de oro, y la capacidad para tener vigencia con su sonido en el paso de los años. Sobre finales de la década del ’70, en el conurbano bonaerense (ciudades periféricas a la Capital) comienza a cobrar mayor notoriedad esta música, hecha en su mayoría por inmigrantes de las provincias que se aglutinaban en el Gran Bs As, pero recién a mediados de la década siguiente se abre en la ciudad un gran salón de baile exclusivamente de cumbia y cuarteto (a este último se lo relaciona por ser tan popular, aun que musicalmente proviene del paso doble y otras músicas de los inmigrantes europeos).
¡Báilalo!
A todo el conjunto de músicas similares o desprendidas de la cumbia, sus bailes y seguidores, se lo denomina aquí movida tropical. Ya promediando los años ‘80 el creciente volumen de ventas que involucraban los discos de la movida hizo que los grandes sellos discográficos pusieran más atención, y así mejoró la calidad de las producciones en cuanto al sonido. Fue durante el menemismo que se dio el gran salto de los intérpretes de cumbia a los medios masivos de comunicación. Allí surgen una serie de grupos desde la Capital, algunos más románticos y melódicos como Sombra, Green y Malagata, además figuras particulares como Ricky Maravilla, Gladys, la menos excéntrica Gilda, y otras que fueron pasajeras. Por entonces visitaban la Argentina artistas de cumbia de otros países, esta música alcanza a todas las clases sociales y hasta se fusiona con el rock. La mayoría de los integrantes de esos grupos germinales, siguen actualmente con otros nombres o como solistas, y mantienen la base de la que hasta hoy es la bailanta, centralizada en Bs As. A comienzos del nuevo siglo se da un nuevo fenómeno que nace en zonas marginadas del conurbano y su impronta es bien urbana, en cuanto al sonido y la instrumentación -más eléctricos-, y también en las temáticas abordadas. Es conocida como “cumbia villera”, lo que para algunos es también otro subgénero. Musicalmente no tiene tanto que ver con la cumbia santafesina ni la caribeña, toman el ritmo y el tempo, pero melódica y armónicamente son más limitadas, y se emparentan así con el reggaetón (o reguetón: música actual de Panamá, Puerto Rico y Miami, variante del raggamuffin, derivado del reggae jamaiquino. Influenciada por el hip hop y otros estilos latinos como la salsa, nace a partir de las fiestas en las que los Disc jockey pasaban los lados B instrumentales de los vinilos de reggae, poniéndolos a 45 rpm en lugar de a 33, haciéndolos así más movidos para bailarlos). La llamada cumbia villera cuenta desde sus inicios con el talento de su principal animador Pablo Lescano, líder hoy de Damas Gratis. Con letras fuertes sobre el machismo, los excesos, y la cotidianeidad de la vida en las villas, surgieron muchos grupos y renovaron el circuito. Pero sin lograr mayor acceso al interior, donde aún es más importante la cumbia santafesina y sus derivaciones locales, que siguen cosechando éxitos.
Actualmente en Buenos Aires tiene lugar un escenario nuevo de toda esta sinergia bailable. En el ámbito de la música electrónica se da hace unos pocos años lo que se conoce como “cumbia digital”. Que se dio, un tanto por la comunión de muchos artistas relacionados musicalmente que ya venían trabajando con estos ritmos, y la creación del club Zizek (fiestas que tienen lugar todos los miércoles en un boliche de Palermo desde hace dos años). El sonido de la cumbia digital se asocia más con el de la cumbia villera, es puramente eléctrico e instrumental (como la música dance), toma influencias jamaiquinas (dub, dance hall), y del pop. Sus mejores referentes son el Dj Villa Diamante, el músico y productor Marcelo Fabián, Gaby Kerpel y Axel Krygier, estos tres últimos presentados por el Club con diferentes discos, cuyo trabajo van más allá del género. Quizás el acontecer de la cumbia digital siga creciendo, y promete, pero aún no logró un impacto significante fuera de los círculos de fiestas modernas, con publico joven y reducido. No apunta a la masividad, transitando un camino paralelo al de la movida tropical.
Entonces la cumbia y sus hacedores han tenido y tienen que ver con nuestra cultura como nación, sabiendo reflejar diferentes momentos históricos. Aún siendo una música segregada, lo que en verdad es un acto de ignorancia absoluta pues la música no tiene por que caer en cuestiones de demografía y discriminación, que son malas para cualquier sociedad. Puede argumentarse que su mensaje y seguidores no tienen un “marco apropiado”, pero no tiene nada que envidiar a otras expresiones aceptadas por la industria del entretenimiento. O que no sea muy rica musicalmente, para lo cual hay que escucharla, conocer bien las diferencias; y que nos guste o no, no la hace buena, ni mala. Como expresión popular debemos aceptarla, pues es también una manera de aceptarnos como somos. Yo, la sé bailar.
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