Hacia 1969/70 escuché una grabación del pianista Herbie Hancock tocando un instrumento que inmediatamente atrajo mi atención por la originalidad y calidez de su sonido: el piano eléctrico Fender Rhodes. Rápidamente otros pianistas, como Joe Zawinul y Chick Corea, comenzaron a utilizarlo tanto en sus grabaciones como en sus presentaciones en vivo generando una ola de entusiasmo por ese instrumento que se fue extendiendo por todo el planeta.
A principios de 1971 viajé a New York y me traje uno, el primero que entró en la Argentina. Era el modelo original que constaba de dos partes, el teclado propiamente dicho y el amplificador que le servía de base. Cada una de las partes pesaba alrededor de setenta kilos, se requería un coche de grandes dimensiones para poder transportarlas.
El Rhodes es un instrumento de concepción sencilla y muy eficaz: el sonido se produce acústicamente por medio de un martillo que al pulsar la tecla percute sobre un resonador (una especie de diapasón) que genera un sonido muy débil. Frente a cada resonador hay una pequeña bobina que obra como micrófono y transmite el sonido al amplificador. Por lo tanto el Rhodes es un instrumento electroacústico, parecido en su concepción a la guitarra eléctrica. Grabé con él los dos discos de Quinteplus, el grupo con el que tocaba entonces; el LP Dedicatoria de Dino Saluzzi; Con amigos, del grupo norteamericano Stone Alliance que pasó por Buenos Aires para grabar aquí; también lo utilicé en varias producciones con mi propio grupo, y participé como invitado en una incontable cantidad de sesiones de grabación con cantantes y grupos de rock y pop.
Debo decir que muchos de los grandes pianistas de jazz nunca aceptaron al Rhodes. Oscar Peterson, McCoy Tyner, Ahmad Jamal y Keith Jarret, por ejemplo, permanecieron fieles al sonido del piano acústico. Bill Evans grabó un solo disco con el Rhodes y no es su mejor producción. Creo que esta resistencia de muchos músicos de jazz al piano eléctrico se debe, entre otras causas, a cierta debilidad en el ataque que le resta al sonido el “punch” que el estilo jazzero requiere.
En contraposición, la mayoría de los grandes músicos que abrazaron la causa de la fusión del jazz con otros géneros musicales, se convirtieron en adictos al Rhodes, tales los casos de Herbie Hancock, Chick Corea, Joe Zawinul o George Duke, para poner sólo unos pocos ejemplos, y el trompetista Miles Davis incorporó al piano eléctrico como una parte esencial del sonido de sus grupos. A partir de los años ochenta el furor por el Rhodes se fue apaciguando debido a la aparición de una nueva generación de teclados electrónicos, mucho más versátiles, livianos y portátiles. Alrededor de 1985 fue discontinuada su fabricación.
En nuestros días el “sonido Rhodes” goza de un merecido “revival” y quienes conservan algún ejemplar de ese instrumento lo atesoran como a una joya de inapreciable valor.
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