La murga rioplatense

Los sonidos de Momo

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La murga representa, sin lugar a dudas una parte innegable de nuestra identidad musical rioplatense. Sus orígenes, la composición de sus elencos y las diferencias en ambas orillas, en esta nota.

Al pronunciar la palabra murga, inmediatamente resuenan en el Río de la Plata ecos del carnaval que se impregnan en forma de música y baile en las veredas y las calles de los barrios de Montevideo y Buenos Aires. Al compás del bombo y los silbatos, o del redoblante, el surdo y los platillos de choque, van desfilando cada febrero Pierrots, Colombinas y Arlequines, figuras tomadas de la Commedia dell’arte y que son dignos habitantes del reino de Momo: aquel dios pagano que fue expulsado del Olimpo por promover la risa y cuya fiesta es sin lugar a dudas popular. Es Momo el rey de las chanzas y las burlas, a quien se venera cada año en los carnavales rioplatenses, dentro del cual la murga encarna la forma teatral y musical característica y tradicional. Como toda manifestación cultural, la murga también posee su propia historia, al igual que otros géneros y formas de nuestro continente latinoamericano, dicha historia nos remite a tierras europeas.

Mas allá de la mencionada comedia del arte, de la cual la murga rescató los personajes típicos, esta particular manifestación que se ha mantenido a lo largo de los años en ambas orillas del Río de la Plata está fuertemente emparentada en su aspecto teatral con la zarzuela, aquella forma musical y teatral surgida en el siglo XVII y desarrollada por legendarios poetas y dramaturgos del Siglo de Oro español como Calderón de la Barca.

En el caso de Uruguay, la historia más aceptada en relación al origen de la murga  cuenta que desde las últimas décadas del siglo XIX ya proliferaban agrupaciones de carnaval, musicales y callejeras de carácter popular que participaban de la fiesta bajo la categoría denominada  “mascaradas”. Estas agrupaciones junto a las comparsas candomberas, comandadas por los afrodescendientes, ya vestían el carnaval uruguayo de música, danza y color. Pero a su vez, la historia fundacional que hace referencia al desarrollo de la murga en Uruguay tiene relación directa con Cádiz. El Carnaval es una de las mayores fiestas populares del la cultura gaditana, y en ella participan diversos grupos musicales carnavalescos como las chirigotas: agrupaciones de doce personas que ofrecen un repertorio de pasodobles y cuplés, cuyo modo de cantar, de vestir y de utilizar la ironía y el doble sentido reflejan claras similitudes con las murgas uruguayas.

Cuenta la leyenda que en el primer decenio del siglo pasado arribó a Uruguay un grupo de zarzuela proveniente de Cádiz. Recuperando la tradición de su carnaval de origen y con la intención de juntar dinero para retornar a su país, algunos integrantes formaron una chirigota denominada “La Gaditana”. Las actuaciones callejeras que llevaron a cabo en el carnaval montevideano provocaron un gran revuelo. Al año siguiente surgió una agrupación uruguaya que se propuso parodiar a los gaditanos que habían visitado su país y se presentaron en aquel histórico carnaval bajo el nombre “La gaditana que se va”. Desde entonces, las mascaradas devinieron en murgas y comenzó a desarrollarse ese particular estilo musical y teatral que conocemos hoy, el cual a pesar de sus influencias europeas demuestra tener elementos y manifestaciones personales y características propias.

Según el reglamento del jurado de carnaval, la categoría “Murgas” es conceptualmente un natural medio de comunicación que transmite la canción del barrio, recoge la poesía de la calle y canta los pensamientos del asfalto. Pero este origen callejero y popular decantó con los años en una gran profesionalización de la murga. Año tras año, cada agrupación pone todo de sí sobre los tablados y concursa oficialmente en el Teatro de Verano, donde el jurado y el público eligen a sus favoritos.

La murga uruguaya organiza su actuación en tres partes esenciales que estructuran la forma narrativa del espectáculo: la presentación o saludo, generalmente orientada a presentar el tópico central elegido, destacando en general la emoción por el retorno del carnaval y de la murga a los tablados; los cuplés (denominación que proviene de Europa) en los cuales se van narrando pequeñas historias musicalizadas en general por un popurrí de melodías populares; y la despedida o retirada, que opera como cierre o conclusión de la temática tratada por la agrupación ese año y en la cual se hace referencia al carácter cíclico del carnaval. Los instrumentos utilizados en la denominada “batería” de murga uruguaya son: el bombo o surdo, platillos de choque y redoblante. A su vez, la base percusiva de la murga en Uruguay está claramente influenciada por los toques de candombe de raíz afro, lo cual le otorga un carácter musical característico. Además de la murga candombeada, uno de los ritmos más usuales que suele intercalar la batería es la denominada marcha camión (un ejemplo de ese ritmo es Cometa de la farola, de Jaime Roos). En la murga la predominancia del coro es notoria, siendo usualmente masculinas las voces, aunque hoy en día es posible hallar también mujeres en los coros murgueros.

Si bien en Buenos Aires es la misma palabra la que se utiliza para referirse a una manifestación musical, popular y callejera asociada al carnaval, la murga porteña posee, al igual que su vecina, características propias y distintivas. Se suele utilizar como instrumento principal el bombo con platillo, acompañado usualmente por silbatos y en algunos casos, guitarras criollas. Si bien su ritmo característico no posee la influencia que el candombe aportó en Uruguay, se destaca una interesante interacción entre los pulsos a “tierra” marcados por la  maza golpeando el parche y los contratiempos enfatizados por el pequeño platillo en la parte superior del mismo bombo. A su vez, en la versión porteña de la murga, la presencia del baile es fundamental. Con el correr de los años se desarrolló desde la danza un estilo en si mismo que siempre es acompañado de las vistosas vestimentas de levita, guantes y galera, al estilo de la moda en el siglo XIX. En Buenos Aires, la murga también nació en los barrios, siendo generalmente “el apellido” de cada agrupación murguera el barrio porteño del cual proviene. La gloria de la murga porteña se suele ubicar allá por la década del 50, época en la que surgieron grandes letristas muy influenciados por el tango. Ellos, al igual que sus colegas uruguayos, se encargaban de utilizar el sarcasmo, el humor y la ironía para explicitar las denuncias y demandas sociales. Si bien en Uruguay suele delimitarse la cantidad de integrantes que forman una agrupación, los integrantes de las murgas porteñas son ilimitados dependiendo de cada barrio.

Mas allá de las similitudes y diferencias que la murga presenta en ambas orillas, las cuales no se pueden enumerar en su totalidad en esta nota, es claramente, en sus distintas vertientes, un estilo genuino y popular que a fin de cuentas es mejor descubrirlo en los tablados o en las comparsas, viendo y escuchando a la murga en acción.

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