Músicos argentinos que graban música colonial de México, Colombia y Perú. Una música argentina y un músico brasileño que borran la frontera y hacen un disco juntos. Una música peruana que graba en México, de quien nadie sabe a ciencia cierta su nacionalidad. Un músico argentino que graba un disco en inglés. Estos son algunos ejemplos, surgidos todos de discos que presentamos este mes en nuestro Catálogo, cada vez más amplio. La música gira, va y viene, diluye los límites y pasa por encima de barreras idiomáticas, aduaneras, y hasta las invisibles.
¿Y no es una importante ayuda humanitaria, también? Muchas veces se suben a un avión o un tren y viajan a la aventura sin saber muy bien qué les espera en algún lugar remoto. La música se nutre así, desde hace siglos, de la circulación de su sangre, que son los artistas. Las influencias de estos intercambios son poderosas: géneros como el tango, la habanera o el jazz no hubieran sido posibles sin esos movimientos. Es que para la música, y para los músicos, las fronteras no existen. Y no se trata de una cuestión ideológica, se trata de pura práctica: no hay límites que puedan frenar una hermosa idea, ya que donde alguien la escuche y le parezca interesante, la tomará y resignificará para incluirla en su sonido.
Por eso, toda proclamación de una música “nacional” es un tanto ignorante. En todo caso hay músicas que pueden considerarse locales, pero inclusive así, en el caso de la música de nuestro continente los orígenes hay que buscarlos en tres continentes distintos: América, África y Europa. ¡Y esto viene de hace siglos! Para muestra tenemos A este sol peregrino (Selección Latinoamericana) donde el barroco europeo se nutre de la polirritmia africana en plena América virreinal. Es un modelo que luego, con algunas variaciones de acuerdo a la región, se repetiría en el folclore sudamericano: armonía europea, melodía americana, rítmica africana.
Actualizando esta tendencia y como espejo de cuatro siglos después, Tremor concretó en Viajante (Disco del Mes) otra cruza interesantísima: la de la electrónica (tan mundial) con ritmos del norte argentino. O glitch con bombo legüero. Para algunos (los puristas de siempre) será desubicado. Para los socios del Club del Disco, es un descubrimiento casi necesario. En este viaje el artista conforma un collage muy pintoresco y como el mismo dice es difícil considerar a su trabajo como “electrónica”. Es difícil de encasillar: bienvenido sea.
Como siempre, el Club toma el riesgo de abrir el mapa musical y da lugar al disfrute de esta música inclasificable, genuina y bella.
Músicos que saltan las fronteras; música que ignora absurdos límites.
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