Peligra la diversidad musical

La música discriminada

Aquí una opinión de cómo se utiliza la palabra música, en algunos medios o la publicidad, y de como eso distorsiona esta expresión artística, y reduce su valor vital en la diversidad cultural...

En la mayoría de los medios de comunicación, en la publicidad y distintos canales de difusión y presentación musical, oficiales o privados, se suele ejercer un discurso erróneo al referirse a los contenidos musicales. Se someten, primero quienes ejercen el supuesto “poder”, a una limitada fracción de la producción musical que luego imponen a sus lectores, oyentes, clientes o participantes esa escueta, y mayormente repetida expresión de música popular conocida como rock (y/o estilos afines “a la cultura rock” como el pop, el R&B o el tecno). Todas denominaciones que han sido acunadas en el seno de la industria del entretenimiento para encasillar y organizar el consumo. Usualmente las empresas de comunicación (celulares, internet, etc.), organizadores de espectáculos, incluso algunos “gestores culturales” y periodistas, mencionan la música, y encierran en el concepto “música” siempre y sólo propuestas que se vinculan con el rock. O sea, sin mediar ninguna aclaración están vinculando La Música, con la tradición y sonidos de tan sólo una expresión. No he visto en años ninguna publicidad de TV que incluya música coral, x ejemplo, o carteles de vía pública en los que la palabra música no sea acompañada de la imagen de una guitarra eléctrica. Empachan las radios que mienten en sus pomposos slogans anunciando toda la mejor música, y sólo pasan pop, y ni siquiera del mejor. Muy lamentablmente además, hay que ver como esto se ve reflejado y naturalizado en ciertos criterios y medidas que ejercen los gobiernos de turno, desde las propias Secretarías de Cultura, tanto en la Nación como en la Ciudad de Buenos Aires por ejemplo, naufragando en un mar snob sin olas de riesgo artístico.

Pero esta editorial no es en contra del pop, ni de la cultura rock; tampoco de los tantos subgéneros derivados de la mal llamada música electrónica. Estamos ante una problemática sociocultural de mayor envergadura, y esto sólo desea ser advertencia filtrada entre tanta mediocridad de los medios, para que recuerden sus “creativos” publicitarios, sus programadores o sus musicalizadores, que también existen un montón de otras expresiones musicales, tan o más importantes que esa única que llevan impresa en sus mentes, aceptada sin opción. Deberían revisar sus principios éticos como comunicadores, y si sólo conocen o manejan un determinado código o ambiente musical, hacerse cargo y no querer abarcar lo que no saben ni pueden contener.

En la variedad está el gusto, dice el refrán.

 

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