Hubo un momento, en los cercanos y a la vez tan lejanos años '90, en el que surgieron distintas experiencias de grupos vocales femeninos con una estética bastante alejada del típico coro tradicional de voces blancas. Circulaban entre los iniciados los casetes (copiados de alguien que tenía el original) del Misterio de las Voces Búlgaras, surgía en Córdoba el grupo De Boca en Boca, en Buenos Aires se tornaban populares Las Blacanblus, que si bien usaban instrumentos tenían como marca saliente las voces de sus cuatro integrantes. Esto, por nombrar tres grupos muy diferentes entre sí pero que tenían en común el rescate de músicas de raíz de diferentes lugares del mundo (Europa del Este, África y Latinoamérica y el Mississippi, respectivamente) y el hecho de que eran elencos completamente femeninos, emancipados de cualquier presencia masculina y a una distancia sideral de la formalidad y el sonido del típico coro parado en un escenario.
Ese camino se abrió y permitió el surgimiento de muy diversas agrupaciones desde entonces. Este conjunto, como su nombre sugiere, se basa en una experiencia fuertemente horizontal y colectiva: La Colmena no tiene directora y las dieciséis cantantes firman al unísono la dirección artística y los arreglos (con algunas excepciones de ilustres arreglos ajenos).
En su primer disco, Oilando, este "Ensamble de Mujeres" como ellas mismas se definen (esquivando referencias a lo vocal) pasan revista a numerosos arreglos del folklore latinoamericano que fueron ya probados en el escenario. Y así como en el CD no pueden verse los movimientos escénicos y el juego de luces, vital en la performance de La Colmena, hay varias canciones que se vistieron con instrumentos invitados y se enriquecieron. Así, el fantástico e inesperado toque flamenco que da el piano de Leo Sujatovich, productor artístico del disco (junto a Pablo López Ruiz), en El pajarillo, o el cuarteto de cuerdas que sutilmente interviene un medley de vidalas en el track 7, le dan un plus difícil de reeditar en vivo.
Con naturalidad y sin destacar a ninguna voz en particular, pasan del folklore riojano al cubano, de un canto anónimo colombiano a uno de esclavos brasileños, del Perú a una murga uruguaya de Eduardo Mateo, donde concluyen el recorrido de este primer trabajo en el que no decae nunca el interés del oyente.
Con un muy buen audio, con la duración justa (hasta deja ganas de más, algo muy meritorio en los grupos con textura vocal), se trata de una experiencia interesantísima y muy disfrutable.
Club del Disco
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