Para los que buscan discos en las bateas fijas o se dejan guiar por las etiquetas de género y subgéneros, éste disco puede ir en todas las siguientes, porque contiene algo de eso (léase: ambient, easy listening, canción pop, jazz, post rock, dub, chill out, new wave, experimental), pero a la vez no es ninguno de ellos pues no se queda en la forma ni en el estilo. Y sí, puede confundir, pero a no asustarse que no se trata de ningún monstruo de dos cabezas. Sí podemos afirmar que iba a ser un disco de Gillespi antes de toparse con Daniel Melero, y ahora es otra cosa; una obra casi en conjunto que abreva en la fantasía espacial y en una música que puede ser la banda de sonido perfecta para la película jamás filmada de estos dos astronautas viajando en la melodía sin tiempo ni lugar.
Sí, tiene mucha melodía, y también hay dos proto-canciones que canta Melero. La mayoría son piezas instrumentales que flotan en un entramado de climas sonoros como si fueran las capas fragmentadas una nube multiforma y eléctrica. Los temas o motivos son muy variados, generalmente expuestos por la trompeta, el piano o guitarras procesadas, instrumentos ejecutados por Marcelo (Gillespi), que también tocó/grabó: bajo, saxo alto, guitarras, sintetizadores y flugelhorn. A su vez, el autor de casi toda la música del disco, aportó grabaciones de campo (o de situaciones) que él realiza sin un plan previo y que jamás pensó que formarían parte de un disco. Pero con Daniel todo puede pasar; la anécdota que fundamenta este disco dice que antes de empezar a escuchar nada, Melero le pidió: “Mandame todo, pero especialmente eso que te avergüenza”.
Con todo ese material y la libertad absoluta de ambos lados, fueron dándole forma a Desayuno en Ganímedes. El crédito de algunos temas es compartido en lo autoral, pues Melero que empezó siendo el productor, se metió con todo; hizo y deshizo, según palabras del propio Gillespi. Así, hay lugar para ciertas ideas experimentales con el audio, como el track 5 (Leña), o también para “cuelgues” en piezas volátiles, donde usan revers o “colchones” de sonidos. En general el disco tiene una fuerte presencia de ambientes, es muy climático y con tempos relajados. Una impronta desarticulada, donde no importa la estructura sino el movimiento en el espacio y los planos; es así como se oyen sonidos de instrumentos de vientos que parecen ir en dirección azarosa.
Toda esa temática del éter o lo sideral le queda muy bien; es como un cuento de ciencia ficción que ya desde el título (tomando el satélite más grande del sistema solar) y la muy buena tapa, nos zambullen en una aventura deforme y atractiva. Sin fronteras, con cierto humor y mucho brillo.
Club del Disco
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