Mil 500 vueltas resulta el noveno lanzamiento en su país del más importante de los nuevos autores chilenos. Acá en la Argentina salió una recopilación a modo de presentación el año pasado, que ofrecimos como para acompañar su llegada al país. Hace ya un tiempo que su presencia es cada vez mayor, sobre todo en la zona de Cuyo, y sus canciones son más conocidas de este lado de la cordillera; inclusive ya visitó Buenos Aires con shows exitosos en dos oportunidades. Así como esta instalándose en nuestra tierra, también se lo escucha en Perú, Uruguay, Bolivia y Colombia. Por eso en este disco suman sus voces invitados como Jorge Drexler, Susana Baca, Pedro Aznar y la inesperada Joan Baez, cantando una cueca en español (sí, y lo hace muy bien) en el track 11.
Nano Stern tiene un carácter de joven sensible a los temas sociales y ambientales, toma partido en la tradición de los cantores latinoamericanos más fervorosos y que atraviesan generaciones como Víctor Jara, Atahualpa Yupanqui, Violeta Parra, León Gieco, Fernando Cabrera y Gilberto Gil. Y esos ejemplos, las luchas y sus influencias se dejan oír un su música desde siempre. Además se nutre y apoya la causa de los pueblos originarios, en este caso el mapuche. Invitó a participar en un tema a Beatriz Pichi Malen, la reconocida cantora de la Patagonia argentina hace su intervención en la emotiva pieza Todo canta; en su lengua nativa (mapudungún), canta sobre una base orquestal de violines, la misma letra que Nano reza en español, y que viene a ser como una declaración de principios para el cantor popular.
Ese cruce de la cordillera que se da en el caso de Pichimalen (que es muy respetada a su vez en Chile), se da también con Pedro Aznar como mencionamos (pone su voz en el track 8), y además este disco nuevo fue grabado en gran parte en Buenos Aires, y mezclado por el ingeniero argentino Matías Cella (quien ha trabajado con Drexler, La Bomba de Tiempo, Ana Prada y tantos otros). Su labor con el audio es impecable, con una producción muy jugosa que va del sonido rockero con guitarras apenas eléctricas, a un sofisticado perfil pop como pueden ser Vapor (ver clip abajo) o Ser pequeño, hasta las baladas intimistas y la orquestación ampliada con violines, flautas o acordeón. Tampoco le temen a los arreglos vocales y las sutilezas.
Los ritmos también reflejan una variedad de fusiones entre el folk y el rock (trova de los '70 actualizada), hay patrones de festejo peruano o bases de cueca, algunos aires andinos y canción fogonera. Todo esto se conjuga con un sonido principalmente acústico, naturalista, ambicioso en los arreglos y con timbres de colores atractivos. Pueden ver la ficha técnica a la izquierda para darse más idea de la cantidad de músicos e instrumentos involucrados. Pues si bien Stern viene de la autogestión y la escena “independiente”, ya hace unos años que en Chile entró a jugar en las ligas mayores, por ejemplo ya tocó en el festival de Viña de Mar y tiene contrato con sellos discográficos. Con este disco se lanzó a una superproducción que conlleva mucho trabajo e inversión. Y es además el que muestra su talento maduro y bien plasmado en grandes canciones.
Su visión del mundo no ha cambiado, ni sus valores, ni su entrega. Con la canción a flor de piel, su riesgo artístico y la bendición de sus mayores, nos deja un disco lleno de esperanza y creatividad. Sus letras son carnales y profundas, buscando las respuestas a las mil quinientas preguntas de la vida y la muerte. Las mil quinientas vueltas que la da a las cosas que lo han puesto enteramente aquí y ahora.
Club del Disco
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