La historia de este álbum que Daniel Melero presenta ahora viene de mucho tiempo atrás. Podemos resumirlo un poco y contar que el músico, acompañado de un grupo entusiasta de jóvenes, todos muy desprejuiciados, se juntaban a tocar/zapar con apenas algunas pautas previas, durante largas horas en los estudios ION. Vale aclarar que se trata de un estudio grande (mítico, importante), uno de los pocos donde puede entrar toda una orquesta en su sala, y tocar/grabar todos al mismo tiempo, en vivo.
A esto hay que sumarle que el propio Melero y algunos de su equipo son también productores y les gusta meter mano en las distintas formas de registrar las tomas, entonces iban reformulando la grabación con ideas nuevas todo el tiempo. Las pocas referencias previas que había eran que querían hacer un disco a la antigua, y de música para bailar pero tocado. Un disco de sonido directo, natural, no de alta definición dada por el procesamiento digital. Y en verdad, ninguno de los músicos, incluido Daniel, son grandes instrumentistas o sesionistas de jazz o rock, para nada. Tratándose de gente ligada a la producción pop y Melero, quien fuera el pionero de la música electrónica argentina, todo esto ya resultaba una gran ironía; pero que el artista ya la tenía conceptualizada. Así llegaron a este producto inquietante que viene con diez extensas piezas, entre las que hay canciones y música instrumental y un breve pasaje de cierre.
Está enigmáticamente logrado lo que buscaban, algo de soul, algo de funky, algo de disco y un tanto de groove pegadizo, todo amalgamado en un audio muy orgánico. Se oye efectivamente al grupo sonando, más allá de algún agregado mínimo de ambiente o edición, está la energía humana presente. La ironía también vuelve en el hecho de que son claramente un grupo, pero firma un solista (y no es el ego de Melero, créanlo). De hecho hay gran parte de las composiciones que son de todos los que tocan obviamente, pues nacieron de improvisaciones grupales. Y hay muy buenas canciones, con timbres y texturas inquietantes como Dudas, o la potente y breve Mirá mirá. Pero lo que ideó y llevó adelante con talento todo este juego es la aguda inteligencia creativa de Daniel Melero que lo vió ya de antemano; y es quien además acentúa la irreverencia o remarca los guiños, arriesgando sin que le importe demasiado, con los textos que canta o los títulos de los tracks. Las letras breves pero contundentes (que pueden sonar livianas o delirantes) son todo lo contrario si se comprende como parte del gran truco -por no decir chiste- que es todo el disco en realidad. Canturrea cosas como: “Conozco un club de músicos sin interés en el groove... Nunca se encuentran.”
Nada en el universo artístico de Melero está a simple vista o tiene un sólo sentido lineal. Así que aquí nos plantea otros desafíos, primero: audazmente invita a bailar y a reflexionar a la vez; como en una parodia del propio título. Segundo, que si bien la obra tiene un trabajo descomunal y muy serio para su construcción, no quiere decir que todo tenga que ser tomado tan solemnemente, ahí está su humor expuesto; un nuevo guiño en lo que espera para decir Gente segura. Tercero, no respeta las estructuras formales de los géneros o estilos que interpretan porque no está haciendo música de género, sino algo híbrido, que puede ir mutando en sí mismo, como el caso de la más rockera: La frontera.
Todo esto, y quizás otras elucubraciones simpáticas o aritméticas que podremos disfrutar si le damos tiempo a que se desenvuelvan con el buen ritmo y la musicalidad agradable que han conseguido para transmutarlas.
Producido por Daniel Melero
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