La Mujer Barbuda ya es desprejuiciada per se, y en este segundo disco da una muestra más de su crecimiento absolutamente deforme, pero con un objetivo muy claro. Divertirse tocando fuerte y muy bien una música sin limites, estéticamente intrincada y caprichosa para la mayoría; pero como pasa con los dinosaurios tiene un encanto especial, aunque a priori espante un poco.
La propuesta es tan visceral como contundente al igual que su antecesor Música para cuando aparece un monstruo (también presentado por el Club hace unos años), pero en este caso la comprimen conceptualizándola y sabemos que si bien no es algo extremo, no es música para las multitudes. Avisamos que es interesante, en el ejercicio de escuchar este disco, la posibilidad de ir entrándole de a poco a un vasto mundo de mucha creatividad y soltura compositiva.
Ya con los músicos que tocan, todos personajes importantes de la cocina jazzera local, nos aseguramos una aventura sonora muy ajustada y en este caso diríamos, rockera con groove. Martín Pantyrer en saxo y clarinetes, Sergio Álvarez en guitarra eléctrica, Lulo Isod en batería y Franco Fontanarrosa en bajo, más procesadores y edición de audio; suenan con un dejo de buen gusto pero a la vez en una frecuencia un tanto arriesgada, pero que no llega a expulsarnos. Aquí es tan importante la armonía dislocada con conciencia de causa y efecto, como el pulso que la manda para adelante todo el tiempo; tiene sus momentos de silencio bien manejados y los climas que se balancean con las distintas intervenciones de la orquestación. Todos los temas tienen muchas secciones, como si fueran composiciones programáticas de música académica, a la vez que los instrumentos melódicos fluyen con la soltura propia del jazz, los de la base rítmica son precisos en repeticiones y claves de la música moderna actual. Todo este híbrido tiene un mismo carácter e hilo conductor, que por momentos se vuelve misteriosamente atrapante; con un audio impecable nuevamente a cargo del ingeniero Facundo Rodríguez.
Como un rico cocktail ideal para las noches de verano, para tomar al borde de la pileta mientras a lo lejos se acerca, amenazante, la sombra de un tiranosaurio.
Producido por Franco Fontanarrosa
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